El recorrido del cuerpo del Papa Francisco, que abarcó seis kilómetros desde la Basílica de San Pedro hasta la Basílica de Santa María la Mayor, estuvo repleto de profundo simbolismo y emociones. Este evento, que tuvo lugar el 27 de abril de 2025, permitió que cientos de miles de fieles se despidieran del primer Papa latinoamericano en la historia de la Iglesia Católica.
Uno de los momentos más conmovedores fue cuando el ataúd fue trasladado por la “Puerta del Perugino”, una salida poco convencional en lugar de la Plaza de San Pedro, lo que simbolizaba su conexión con la Casa Santa Marta, donde vivió durante su pontificado. Este gesto recordó sus frecuentes escapadas para visitar Roma de manera informal.
Destacar el papamóvil mexicano como el vehículo fúnebre añade otra capa de significado. Este papamóvil, un regalo de México al Vaticano en 2017, fue utilizado por Francisco durante su histórica visita al país en 2016, subrayando la conexión de su legado con el territorio mexicano.
A medida que el cortejo fúnebre avanzaba, atravesó el histórico puente Príncipe Amadeo de Saboya, un símbolo del paso del Vaticano a la ciudad de Roma, reafirmando así su rol como Obispo de Roma. Durante el recorrido, miles de fieles acompañaron con aplausos al difunto pontífice, en un tributo conmovedor que conectó su pontificado con la historia milenaria de la Ciudad Eterna.
Uno de los momentos más destacados fue la parada en la Iglesia del Gesù, el corazón de la Compañía de Jesús, donde Francisco había mantenido una relación significativa a lo largo de su vida. Además, se realizó una emotiva pausa junto al Coliseo Romano, un lugar donde el Papa presidió cada Viernes Santo el Vía Crucis.
El cortejo continuó por la Via Merulana, un camino tradicional de las celebraciones de Corpus Christi en Roma, que rememoraba la vinculación del Papa con su misión pastoral. De hecho, Francisco había participado en esta celebración en junio de 2024, cuando ofreció una bendición solemne.
Finalmente, el recorrido culminó en la Basílica de Santa María la Mayor, donde Francisco eligió ser enterrado. Este lugar, significativo por su devoción a la Virgen María, marcó el final de su viaje con una conexión personal profunda. Su tumba se ubica cerca de figuras que han sido influyentes en su vida, como San Jerónimo y Gian Lorenzo Bernini, lo que resalta la rica historia de la iglesia, así como su propia trayectoria.
El Papa Francisco, que también tenía una especial devoción por Santa Teresita de Lisieux, fue homenajeado con rosas blancas, simbolizando la continuidad de su legado. Al final del recorrido, la imagen de la Salus Populi Romani fue un fiel recordatorio de su espiritualidad y su cercanía al pueblo.
Este evento, que duró poco más de treinta minutos, permitió a los cerca de 150,000 feligreses congregados despedirse de una figura que marcó un periodo de cercanía y misericordia en la historia de la Iglesia. La imagen de su lápida, sencilla pero significativa, permanecerá en la memoria colectiva, reflejando un legado que ha perdurado más allá de su tiempo en vida.
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