La situación migratoria en México se encuentra en un punto crítico, marcado por un fuerte aumento en las deportaciones. La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) ha alertado sobre el impacto inmediato de esta oleada en los solicitantes de asilo en el país. En el último año, se ha observado un crecimiento exponencial en las peticiones de refugio, y la combinación de factores como la migración irregular, la presión de las autoridades migratorias y los cambios en la política internacional han intensificado el caos en el sistema.
Desde 2018, el número de solicitudes de refugio en México ha aumentado significativamente. Mientras que en ese año se registraron aproximadamente 29,000, para 2022 la cifra alcanzó casi 120,000. Este crecimiento no solo refleja la realidad de miles de personas que huyen de la violencia, la pobreza y la persecución en sus países de origen, sino que también pone de relieve las limitaciones de un sistema que, si bien ha recibido un incremento en los recursos, sigue sin estar a la altura de la demanda.
Los organismos internacionales han expresado su preocupación ante la falta de capacidad operativa de la COMAR para atender adecuadamente la creciente ola de solicitudes. En muchos centros de alojamiento, las condiciones son precarias, lo que afecta no solo la salud física de los migrantes, sino también su bienestar emocional. La incertidumbre y el temor a la deportación juegan un papel crucial en el deterioro de la situación de los solicitantes de asilo, quienes se encuentran atrapados en un limbo jurídico.
El contexto geopolítico también ha sido determinante. Las recientes políticas migratorias adoptadas por el gobierno de Estados Unidos han repercutido directamente en el flujo migratorio hacia México. Las deportaciones desde el norte se han incrementado, generando un efecto domino que impacta a la región. En este escenario, el papel de México como un país de tránsito se ha complicado, ya que se ha visto forzado a equilibrar la seguridad de sus fronteras con las necesidades humanitarias de quienes buscan refugio.
Además, la presión sobre las autoridades migratorias mexicanas está aumentando. Las organizaciones no gubernamentales y activistas han intensificado sus llamados a una respuesta más compasiva y efectiva por parte del gobierno. La implementación de políticas que prioricen la atención a los derechos de los migrantes y la capacitación del personal en este contexto se consideran esenciales para enfrentar la crisis.
La situación actual plantea una serie de desafíos que requieren atención inmediata. La comunidad internacional, junto con las autoridades mexicanas, deberá trabajar en conjunto para abordar la crisis migratoria, garantizando el respeto a los derechos humanos y proporcionando recursos adecuados para el procesamiento de solicitudes de refugio. Mientras tanto, los migrantes continúan su camino, con la esperanza de encontrar un lugar seguro donde puedan reconstruir sus vidas. La forma en que México y el mundo manejen esta crisis no solo definirá el destino de miles de personas, sino que también marcará un hito en la gestión de la migración en el contexto contemporáneo.
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