Existe una expresión en inglés, de difícil traducción al español, que resume el carácter, la personalidad y el talento del diseñador de moda Alber Elbaz: “larger than life”. Más alto que la vida es una forma de describir la inmensidad de un hombre maravilloso y profundamente generoso, que falleció el sábado en París a los 59 años.
Nunca es buen momento para morir, pero este parece uno particularmente inapropiado para Elbaz. Tras varios años retirado de la moda, acababa de volver a la industria con su propia marca, AZ Factory. Un proyecto al que le había dado muchas vueltas y que, como todo lo que hizo en su carrera, quería estar al servicio de las mujeres y ofrecerles belleza y practicidad, al tiempo que defendía un sentido lúdico y excepcional del vestir. En el fondo, eran las mismas premisas sobre las que había construido casi tres lustros de éxito en Lanvin, de donde salió de forma traumática en 2015. Su revolución fue la del optimismo y la alegría. Aunque diseñaba prêt-à-porter para una de las casas de costura más antiguas de París, su discurso siempre fue democrático, divertido y accesible. Tal vez por eso funcionó tan bien la colaboración que firmó con el gigante H&M en 2010. Y eso explica por qué logró que las americanas de mangas arremangadas, la combinación de grandes collares con volantes de colores y la orgullosa exhibición de cremalleras trascendieran sus propias colecciones para impactar en los armarios de quienes ni siquiera conocían su nombre.

La pandemia ha truncado el retorno de uno de los más carismáticos, admirados e influyentes diseñadores de moda de las primeras décadas del siglo XXI. Elegido por Pierre Bergé como heredero natural de Yves Saint Laurent en 1998, pocos dudaban que este israelí nacido en Casablanca era también un excelente candidato para suceder a Karl Lagerfeld en Chanel. Desde que llegó a Lanvin en 2001, sus desfiles siempre fueron emocionantes y relevantes. Allí nunca faltaba el color y la comida. Gracias a su cariño y su cercanía, la industria en la que trabajaba se parecía más a una familia. Tenía muchos amigos en ella, y lo eran de verdad.

Solía decir que en la moda hacían falta más sonrisas. Y él, desde luego, puso de su parte para incorporar humor en un oficio con tendencia al dramatismo. Bailó en campañas de publicidad, cantó Qué será, será para celebrar sus 10 años en Lanvin y regaló momentos llenos de magia a los amantes de la moda. Le gustaba España porque sentía que aquí compartimos su gozosa forma de entender la existencia. En 2017, a los pocos meses de empezar a trabajar en Vogue España, le pedí que nos visitara para ejercer como jurado del premio Who’s On Next. Fueron unos días de “fiesta emocional” —su descripción, no la mía— en los que compartió su experiencia y conocimiento con jóvenes diseñadores españoles a los que marcó para siempre. El pasado octubre, grabamos una conversación para la edición 2020 del mismo galardón, marcada por la pandemia. Cada una de sus frases era pura inspiración y, una vez más, nos emocionó a todos. “Hoy todo el mundo debe apoyarse”, dijo. “Los ricos deben ayudar a los pobres; los médicos a los enfermos. Se trata de entregar algo a los demás. De eso va la vida: de dar y recibir. Hay que mirar a ambos lados y preguntarse: ‘¿Quién nos necesita? ¿A quién podemos ayudar?’ Solo así podemos impulsar, emocionar, ir hacia adelante y tener éxito”.
Alber Elbaz ha vivido como diseñaba, con intensidad, exuberancia y una ligereza que escondía una gran complejidad.
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