Cuando ingresamos a un nuevo espacio, nuestra mente se activa de inmediato, creando un mapa mental que nos ayuda a orientarnos y relacionar lo que vemos con recuerdos previos. Cada detalle de la habitación, desde la ubicación de los muebles hasta la disposición de los objetos, es registrado instantáneamente. Este proceso mental se asemeja a una trama que se teje en nuestra consciencia mientras nos movemos a través del entorno.
Imaginemos que salimos de esa habitación por un pasillo que, sorpresivamente, resulta circular. A medida que recorremos el pasillo, cada contacto con las paredes y las sensaciones del lugar contribuyen a este mapa mental. Este bucle se cierra cuando entendemos que hemos regresado al punto de partida, formando un completo ciclo de experiencia.
Un reciente estudio publicado en una prestigiosa revista científica ha ofrecido una visión fascinante sobre cómo nuestro cerebro organiza la información espacial. Investigaciones en el hipocampo, una región vital para la memoria y la navegación, revelan que la información ambiental se representa de forma geométrica, concretamente en anillos tridimensionales. Este descubrimiento se ha llevado a cabo observando la actividad neuronal en laboratorios, donde se notó que las neuronas de ratones se activan siguiendo trayectorias circulares en laberintos, reflejando la totalidad del recorrido.
Es interesante notar que no todas las neuronas actúan de la misma manera. Algunas especializadas en detectar características sensoriales específicas, como texturas y recompensas, mientras que otras se adaptan a información del entorno más amplio, ayudándonos a mantener nuestra orientación. Estas poblaciones neuronales operan en paralelo en diferentes niveles, asegurando estabilidad en nuestras experiencias, aunque puedan surgir confusiones o desorientaciones.
Cuando la percepción se ve alterada, por ejemplo, al ser girados o al ser cubiertos los ojos, ciertas neuronas actúan como brújulas internas. Mantienen una representación fija del entorno mientras otras se reorientan, lo que permite recobrar el sentido de dirección.
La estructura geométrica de la actividad cerebral abre nuevas vías para comprender cómo pensamos, recordamos y nos orientamos en el mundo. Este campo emergente de estudio, que une matemáticas, ciencia de datos y bioingeniería, permite identificar subtipos neuronales a partir de sus perfiles genéticos. De esta manera, podemos observar y controlar su actividad en tiempo real, lo que promete avanzar en nuestro entendimiento sobre la construcción de mapas internos en el cerebro.
Estos hallazgos no solo aportan claridad sobre los procesos biológicos detrás de la memoria y orientación, sino que también abren oportunidades para la neurotecnología y el desarrollo de tratamientos para trastornos neurológicos, como el Alzheimer, donde estos mapas mentales pueden deteriorarse. Así, la conexión entre la geometría y la actividad cerebral se convierte en una pieza fundamental para explorar el funcionamiento de nuestra mente y su relación con el entorno.
Gracias por leer Columna Digital, puedes seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram o visitar nuestra página oficial. No olvides comentar sobre este articulo directamente en la parte inferior de esta página, tu comentario es muy importante para nuestra área de redacción y nuestros lectores.



![[post_title]](https://columnadigital.com/wp-content/uploads/2025/11/Avances-a-octavos-enfrentamientos-y-desempate-350x250.jpeg)



![[post_title]](https://columnadigital.com/wp-content/uploads/2025/11/Renacer-en-la-adultez-con-recuerdos-infantiles.com2F062F982F07675c5f4def9157c6a24daf455c2Fd-350x250.jpeg)
![[post_tittle]](https://columnadigital.com/wp-content/uploads/2025/11/Las-zapatillas-de-mi-abuela-para-noviembre-350x250.jpg)





