Es un llanto incontrolable el que Jesús Méndez, violinista, de 20 años, arrastra hacia la salida del auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria una noche de finales de junio, la mascarilla vencida sobre la barba, el piercing de la nariz mojado en lágrimas y mocos.
Acaba de toparse con Gaudy Sánchez, coordinador artístico de la Orquesta del Encuentro, su orquesta, que ya es historia: se ha desvanecido con los jubilosos compases de la Serenata para cuerdas, de Chaikovski, ejecutados en estado de gracia. Y con casi 10 minutos de aplausos del coliseo canario. “Gaudy me ha dicho que tengo mucho futuro, a mí, un chaval de Gijón, que nunca imaginé haber vivido esto”, solloza, “que podía haberme metido en cosas malas, muy malas. Y esto que llevo a la espalda me ha salvado la vida”.
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Las 58 siluetas vestidas de negro de los otros jóvenes músicos se recortan en la oscuridad. Agrupados en abrazos que no cesan desde el final del último de los tres conciertos de esta orquesta efímera que les ha llevado de Oviedo a Canarias, previo paso por Madrid. La tensión emotiva había cuajado antes, durante el ensayo, con la segunda pieza del repertorio, la compleja Noche transfigurada, de Schönberg.

La gran estrella de la Filarmónica de Los Ángeles (LA Phil), a punto de tomar las riendas de la Ópera de París, parecía sobrecogido, hermanado a sus 40 años con esos ojos brillantes que le miraban. “El director no es nadie sin una orquesta. Nosotros nos transformamos a partir del resto y así nos damos cuenta de que no existen los límites. Vamos a celebrar la música, este encuentro milagroso en estos tiempos. Los queremos”. Y lanzó un beso.