No se ha recuperado la normalidad ni se sabe cuándo sucederá. En los más de 100 días que han transcurrido desde que el 6 de enero una turba enfurecida —y jaleada por el entonces presidente Donald Trump— asaltara el Capitolio de Estados Unidos con el objetivo de impedir que se certificara el resultado de las elecciones que ganó Joe Biden, la capital estadounidense sigue mostrando sus heridas. Los alrededores del Capitolio siguen fortificados y las investigaciones, lejos de haberse terminado.
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Parecía que la ciudad recuperaba el pulso, que el estrés generado por las imágenes del asalto al centro del poder legislativo de la nación comenzaba a desaparecer. En las retinas seguían instaladas las instantáneas de los cristales rotos, de las puertas derribadas a golpes y a patadas, de los despachos allanados, de un Congreso ultrajado, y de los cinco muertos que dejó la violencia aterradora que obligó a los congresistas a correr y buscar refugio para salvar la vida.
Pasados unos meses, se empezó a hablar de retirar las altas y largas vallas que rodean al Capitolio. Pero cuando despuntaba abril, la alerta se cernía nuevamente sobre la ciudad: un hombre armado con un cuchillo estrelló el coche que conducía contra los policías que custodiaban la fachada principal del Congreso. Moría un agente, otro resultaba herido y el atacante fue abatido cuando salió del vehículo blandiendo el cuchillo. Las vallas y los controles permanecen alrededor del Congreso.
Como parte de las investigaciones abiertas tras el 6 de enero, el director del FBI, Christopher Wray, reconocía ante el Comité Judicial del Senado que la amenaza del extremismo violento dentro de las propias fronteras de Estados Unidos estaba creciendo con rapidez, y más precisamente tras el asalto que quedará para la historia. A día de hoy, las autoridades investigan más de 2.000 posibles casos de terrorismo interno, muchos de ellos ignorados hasta el asalto al Capitolio.
El Departamento de Justicia informaba a finales de abril de que más de 410 personas habían sido detenidas tras el ataque y que planeaba presentar cargos contra otro centenar más, lo que elevaría el total de encausados a más de 500. Los fiscales consideran que el asalto al Capitolio supone un caso “sin precedentes” y, sin lugar a dudas, “la investigación más compleja jamás llevada a juicio por el Departamento de Justicia”.
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