España había tenido suerte hasta ahora y había sorteado la gripe aviar sin grandes impactos mientras el virus diezmaba las granjas de media Europa en los últimos años. Pero la influenza se ha colado en el último mes en las explotaciones de gallinas y pavos de Castilla y León y Andalucía, y en poco más de cuatro semanas ha obligado a sacrificar más de 665.000 animales en 16 granjas del país. Primero se detectó la enfermedad en cadáveres de aves silvestres y de ahí dio el salto a las explotaciones, tanto las de cielo abierto como las intensivas que tienen a los animales enjaulados en naves. Muchos expertos apuntan a la sequía como un factor que ha podido ser clave en la expansión de la gripe en España, ya que la falta de lluvias aumenta la concentración de aves silvestres, portadoras del virus, en los humedales.
El brote de este año
Es el más grave que se ha registrado hasta ahora en España y todavía quedan unos dos meses para que esta enfermedad estacional, que tiene en alerta al sector, se pueda empezar a esfumar. Las autoridades sanitarias y ganaderas insisten en que el riesgo para el hombre de contagio de la actual variante —la H5N1— es reducido, pero está activo un programa de seguimiento del Ministerio de Agricultura y el de Sanidad para el control de los trabajadores de las granjas afectadas hasta ahora.
“Actualmente, el riesgo de transmisión a humanos es muy bajo”, señala la catedrática del departamento de Sanidad Animal de la Universidad Complutense, Esperanza Gómez-Lucía. “Pero no hay que bajar la guardia y hay que ejercer una vigilancia constante, no solo por el riesgo de la transmisión a humanos, sino también por las grandísimas pérdidas económicas que implica”, advierte. El Ministerio de Agricultura recomienda “minimizar el contacto innecesario con las aves que muestren síntomas clínicos o se hallen muertas en el campo”. “En cualquier caso, este virus no puede ser transmitido al hombre a través de carne de ave cocinada, huevos o productos procesados derivados de ellos”, añade el ministerio en sus informes de seguimiento de la influenza aviar.
Pavos y gallinas
De momento, la enfermedad se ha detectado en granjas de pavos y gallinas de ocho municipios de Sevilla, Huelva, Valladolid y Segovia. Solo en la localidad sevillana de Carmona se han tenido que sacrificar más de 292.000 gallinas y pavos en cuatro explotaciones. En Íscar, en dos macrogranjas, se han sacrificado más de 163.000 gallinas ponedoras. Además, este año se ha confirmado la presencia del virus en 17 aves silvestres en nueve provincias.
El primer signo de la llegada de la enfermedad a una explotación es el aumento de la mortandad en las aves. Ursula Höfle, profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha y veterinaria experta en enfermedades de aves silvestres, indica que los brotes que se están dando ahora en las granjas son “explosivos y muy virulentos” y “dejan de un día a otro muchas” muertes. Una vez que la enfermedad se detecta y el Laboratorio Central de Veterinaria de Algete (Madrid) confirma que se trata de la influenza aviar, se tienen que aplicar medidas drásticas en las explotaciones para evitar la propagación, como el sacrificio de todos los animales y la destrucción de los cadáveres, piensos y restos en los que pueda estar presente el virus.
Aves migratorias
Entre los expertos existe un consenso en que la principal vía de dispersión del virus son las aves migratorias. Y España es un pasillo migratorio entre África y el norte de Europa. “Esto genera mucha riqueza medioambiental”, explica la catedrática Gómez-Lucía. Pero también puede aumentar el riesgo de transmisión de la gripe aviar, por ejemplo, en periodos de escasez de lluvias. “La sequía puede ser un factor importante, ya que las aves migratorias buscan humedales donde descansar, y al estar estos desecados acceden con mayor intensidad a granjas y otros lugares donde puede haber aves domésticas”, apunta esta experta de la Universidad Complutense. Höfle añade: “Al haber menos superficies de agua, se concentran más individuos en las que quedan y aumenta la transmisión. Este proceso se llama agregación”.
En la misma línea, Kateri Bertrán, investigadora del IRTA-CReSA (Centro de Investigación de Sanidad Animal de la Universidad Autónoma de Barcelona), recuerda que las aves que transmiten el virus son acuáticas, que viven sobre todo en humedales, y “si hay falta de agua se produce una mayor concentración en un terreno más pequeño y eso hace que se infecten con mayor facilidad”.
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