Que el manto de la informalidad sobre el mundo en desarrollo es enorme se sabe desde hace décadas, pero cuantificarlo es una tarea titánica que solo se aborda de cuando en cuando. El Banco Mundial lo ha hecho este martes en una extensísima investigación de más de 300 páginas que concluye que el sector informal supone cerca de la tercera parte del PIB y más del 70% del empleo total de los países emergentes y en desarrollo, un epígrafe bajo el que está incluida toda África y la mayor parte de Asia y América Latina, así como algunas naciones de Europa del Este.
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En su primer monográfico sobre informalidad, el propio organismo con sede en Washington califica el dato de “sorprendente” por lo elevado que es. Y recuerda que el hecho de tener una fracción tan importante de la economía en zona de sombra, fuera del rango de acción de los propios Estados —que no pueden recaudar ni regular todo aquello que escapa de su control—, está altamente correlacionado con un desarrollo más bajo, así como con altos niveles de pobreza y de desigualdad y con una —lógica— peor gobernanza.
Con la economía aún sufriendo las penalidades de la pandemia, el Banco Mundial alerta de que la informalidad “probablemente frenará” la recuperación de los países que exhiben unas tasas mayores. El motivo: al tener una parte tan sustancial de la actividad fuera del campo visual de las autoridades, la capacidad de recaudación cae y, con ella, el margen de maniobra de los Estados para poner en marcha políticas contracíclicas. Según sus datos, en los países en desarrollo que tienen una tasa de informalidad mayor que la media del bloque los ingresos públicos rondaron el 20% del PIB. Esa cifra es entre cinco y 12 puntos inferior a la de sus pares, y está a años luz del alrededor del 50% de recaudación fiscal de los países más desarrollados del mundo, como los escandinavos.
Rezago de los colectivos más afectados
“Los trabajadores informales son, sobre todo, mujeres y jóvenes poco calificados que en medio de una crisis como la de la covid-19 a menudo quedan rezagados y tienen un acceso limitado a las redes de seguridad social cuando pierden el empleo o sufren graves pérdidas de ingresos”, subraya Mari Pangestu, directora gerente de Políticas de Desarrollo y Alianzas del Banco Mundial.
Mejora reciente, aunque demasiado lenta
La informalidad no es un destino esculpido en piedra. Así lo demuestran las tres últimas décadas, en las que esta variable se redujo en cerca de siete puntos porcentuales en los países emergentes, hasta el actual 32% del PIB. Un descenso reseñable, aunque demasiado lento dados los todavía muy elevados niveles de economía sumergida, que los economistas del multilateral achacan “parcialmente” a las reformas aplicadas por los Gobiernos para aumentar el atractivo del sector formal a ojos de los trabajadores o para reducir el coste del tránsito de uno a otro. Aún queda un largo camino por recorrer.
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