En México, cada año miles de jóvenes enfrentan una encrucijada fundamental: la decisión de quedarse y luchar por su futuro o buscar mejores oportunidades en el extranjero. Esta situación es compleja y se intensifica en un contexto donde el empleo es escaso, la inseguridad es un constante desafío y la educación, que debería ser una puerta hacia el progreso, a menudo se muestra insuficiente. Ante tales circunstancias, el emprendimiento se presenta como una solución viable, no solo desde la perspectiva económica, sino también como un camino hacia un propósito de vida significativo.
Observando el panorama, se hace evidente que el talento joven abunda, mientras que las oportunidades se encuentran en déficit. Muchos jóvenes tienen ideas brillantes y la motivación para llevarlas a cabo; sin embargo, a menudo carecen del apoyo que necesitan. Un joven que inicia un negocio, ya sea vendiendo comida desde casa o ofreciendo servicios en línea, está emprendiendo desde su realidad. No se requiere un título universitario o una gran inversión; el verdadero reto radica en la falta de estructura y orientación.
La elección entre la migración y la delincuencia es peligrosa, especialmente cuando las oportunidades son limitadas. Muchos jóvenes optan por cruzar la frontera, buscando un futuro que a menudo termina siendo incierto, mientras que otros se ven atrapados en actividades ilícitas que, aunque prometen ganancias rápidas, terminan destruyendo vidas. Ejemplos de comunidades en el sur de México demuestran que, cuando se brinda el apoyo adecuado, los jóvenes pueden abrir negocios, dando empleo a sus pares en lugar de caer en la trampa de la delincuencia.
Aquí es donde el emprendimiento no solo se presenta como una alternativa económica, sino también como una estrategia de prevención en la lucha contra la violencia y la marginación. Crear entornos donde los jóvenes puedan aprender a emprender y contar con el respaldo necesario puede tener un impacto contundente en la sociedad. Se vuelve esencial abrir espacios de formación y mentorship, que ofrezcan las herramientas adecuadas para construir un futuro sólido.
Si miramos hacia el futuro, la responsabilidad recae en múltiples actores. Es crucial que los jóvenes crean en sus capacidades y se enfoquen en lo que les apasiona. Para empresarios, docentes y servidores públicos, la perspectiva debe ser diferente: deben reconocer a los jóvenes como aliados, invirtiendo en su formación y compartiendo experiencias valiosas. Incluso la simple acción de alentar a un joven puede marcar la diferencia entre el abandono y la perseverancia.
En resumen, no todos los jóvenes desean emigrar ni caer en la ilegalidad. Muchos anhelan simplemente una oportunidad. Promover el emprendimiento no solo puede contribuir a resolver problemáticas sociales, sino que también es una apuesta estratégica por el futuro colectivo. Invertir en la juventud emprendedora es una iniciativa que va más allá de la caridad; se trata de construir, juntos, un futuro más próspero y equitativo.
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