La reciente rebaja en la calificación de la deuda soberana de Francia ha encendido las alarmas en el ámbito económico y político del país. La agencia Fitch, en un movimiento significativo, ha reducido la nota de “AA-” a “A+”, manteniendo una perspectiva estable. Este ajuste se debe a la prolongada inestabilidad política y las incertidumbres presupuestarias que han complicado el saneamiento de las desgastadas finanzas públicas francesas.
Este revés se presenta como un nuevo desafío para el gobierno del presidente Emmanuel Macron, que se encuentra en pleno proceso de formulación de los presupuestos para el año 2026, en medio de una aguda crisis política. El pasado lunes, el primer ministro François Bayrou enfrentó un duro golpe en el Parlamento al intentar conseguir respaldo para su plan presupuestario, cuyo objetivo era reducir el déficit, estimado en un preocupante 5.8% del PIB para 2024, así como la deuda pública, que ronda el 114%.
La calificación otorgada por Fitch no solo refleja una evaluación económica, sino que también incide en la percepción de la capacidad del sistema político francés para consolidar vitalmente sus finanzas. Según la calificadora, el fracaso del gobierno en la reciente moción de confianza ilustra la creciente fragmentación y polarización de la política interna. Desde las elecciones legislativas anticipadas de 2024, la inestabilidad se ha hecho evidente, con tres gobiernos diferentes en un lapso corto, lo que complica aún más la posibilidad de una consolidación fiscal.
Con la mirada puesta en recuperar la confianza en el ámbito financiero, Macron ha nombrado a Sébastien Lecornu como nuevo primer ministro. Su misión es clara: lograr la estabilidad necesaria para negociar un presupuesto para el próximo año y tratar de reencauzar las finanzas del país.
Fitch había advertido sobre esta posibilidad ya en marzo, manteniendo la calificación “AA-” con una perspectiva negativa, enfatizando la necesidad de un “plan creíble” a largo plazo. La calificadora subraya que es poco probable que el déficit fiscal se reduzca al 3% del PIB para 2029, un objetivo previamente planteado por el gobierno saliente.
En resumen, este episodio resalta no solo el delicado estado de la economía francesa, sino también el intrincado entramado político que la rodea. A medida que el país navega por esta tormenta de incertidumbre, queda por ver cómo se desarrollarán los próximos pasos en su búsqueda de estabilidad y sostenibilidad financiera.
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