El Manchester City alcanzó su primera final de Champions sin apenas sobresaltos. Le bastó con dos contras, dos goles de Mahrez, para desmantelar a un Paris Saint-Germain desinflado sin Mbappé y a duras penas dirigido por Neymar, melancólico y abatido ante la organización intachable de un adversario inaccesible a base de orden. La mano de Guardiola se advierte en cada partícula de este equipo de autor, dueño del primer billete a Estambul.
La Manchester sublevada del domingo se cubrió de granizo el martes y sobre el Etihad cayó el silencio siniestro de la pandemia para restarle esplendor a la semifinal. Sin la energía de las multitudes el fútbol se convierte en un ejercicio extraño, una mueca forzada, un asunto meramente contractual. Cumplieron los equipos con el trámite. Se presentaron. Jugaron. Pasó el tiempo, que quizás sea la parte más notable del juego, a falta de púbico. Se televisó. Pero a los futbolistas jamás les llegó el calor de la audiencia, ni se convencieron de que las cámaras son signos que los integran orgánicamente con un grupo social.
Obligados a la rebeldía, los jugadores del PSG se esforzaron por demostrar que competían por orgullo, por dignidad, por desesperación. A excepción de Verratti durante un rato, y de Ángel di María durante casi toda la velada —con una pelota de por medio, este hombre es inmune a las catástrofes— no lo consiguieron. No lo logró Neymar, ni siquiera sometido al aprieto que para todo profesional supone la aproximación a los 30 años con la necesidad de hacer méritos para renovar un contrato. El diez jugó regular. Hizo gestos de dolor, se ofuscó, pidió la pelota donde debía y donde no. Acabó estrellado contra la maquinaria del City, cerrada por la contundencia de Rúben Dias.
Se había cumplido el minuto diez y los dos equipos estaban metidos en cancha local. Parecía que mandaba el PSG cuando un impulso de portería de Ederson se coordinó con la arrancada de Zinchenko. El lateral ucraniano, que finalmente demostró tener más fútbol en las botas que Cancelo, voló a través de la raya del mediocampo, rompió el fuera de juego, y al llegar al fondo terminó por descuadrar a la defensa que retrocedía entregando la pelota a De Bruyne. El tiro del belga rebotó en Kimpembe y Mahrez remachó al primer palo.
La posición de Gundogan, habitual interior de ataque, trocó en doble pivote. Parapetado junto a Fernandinho, el alemán áyudó a vigilar a Neymar al tiempo que privaba de sus suministros a De Bruyne. Como suele sucederle cuando cambia el 4-3-3 por este dibujo más conservador, el City perdió presencia en ataque porque limitó sus posibilidades de pase. Cedió la iniciativa, pero tampoco le afectó demasiado, dada la frustración de su oponente. Si bien el 1-0 no cambió su necesidad de meter dos goles para remontar, los jugadores del PSG comenzaron a comportarse como si su incapacidad de rematar los persuadiera de que cualquier revolución fracasaría. Resultó decisivo, pero al revés, el nueve que reemplazó a Mbappé. No se puede jugar peor que Mauro Icardi. Epítome del jugador espectador, el argentino contempló unas cuantas jugadas como si él no pudiera intervenir. No solo privó a sus compañeros de un apoyo. Fue tan tapón como Dias o Stones.
Comenzó la segunda mitad y lo único que se vio de Mbappé fueron los ojos a través de su braga y su gorro negro. Parecía un tuareg en la nieve. Grave, impasible, seguía el partido con el mismo aire lúgubre que sus colegas en el campo. El PSG siguió sin tirar a puerta. Los intentos de Neymar por coger la manija de cada operación solo alejaron a su equipo de la portería contraria. Poseído por la frustración, Di María pisó a Fernandinho y el árbitro lo expulsó por agresión.
Mahrez, al cabo de un contragolpe bien dirigido por De Bruyne, remató el 2-0 y se consagró como protagonista de la semifinal con un hat-trick. El truco que abrió la puerta de la primera semifinal de Champions en la historia del Manchester City.
Guardiola: “Es el reconocimiento a cuatro años de trabajo”
“La gente cree que es fácil llegar a una final de Champions”, dijo Pep Guardiola, el técnico del Manchester City, tras eliminar al PSG por un resultado global de 4-1.
“Afortunadamente, la final es el reconocimiento al trabajo de los últimos cuatro años”.
Fichado en 2016, el técnico español sufrió críticas recurrentes cada vez que quedó eliminado de la Champions, a pesar de ganar dos títulos de Premier. Camino de su tercera Premier, en su quinta temporada logró acceder a la final de Champions con la versión defensivamente más sólida de todo su repertorio. Ningún equipo de Guardiola encajó menos goles por partido que este City. Ninguno gozó de una mayor inversión en fichar defensas.
Kyle Walker, veterano de cuatro temporadas en el equipo del centro de Manchester, lo anunció sobrecogido por la emoción. “Este club y estos jugadores necesitaban una final de Champions”, dijo; “con el talento que hay en este vestuario, no alcanzar la final ha sido una decepción año tras año”.
Mientras la fiesta se desataba en el camerino local, Mauricio Pochettino, el técnico del PSG, evitaba darle importancia a la lesión de Kylian Mbappé, que sufre una rotura en la musculatura de la pierna derecha. “Por descontado que Mbappé es un jugador importante”, dijo el argentino; “pero no se puede poner como excusa. El fútbol es un deporte colectivo. Los resultados se consiguen entre 25 jugadores. Ahora tenemos que levantarnos”.
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