Polanco llegó al mundo del periodismo casi por carambola. Era un editor que se había hecho rico publicando libros de texto y José Ortega le invitó a invertir parte de sus ganancias en el lanzamiento de un periódico liberal que contribuyera a instaurar la democracia tras la muerte de Franco. Dada su condición de empresario de éxito, sus socios lo nombraron consejero delegado de un proyecto que nació tras una laboriosa gestación de tres años y con no pocas dudas sobre su viabilidad.
Al menos en dos ocasiones trataron de desalojarlo de su condición de primer ejecutivo de PRISA. En ambas demostró que una vez conquistada una posición era imposible desalojarlo. La primera vez fueron sus pares en el consejo de administración quienes trataron de removerlo de su cargo de consejero delegado porque creían que el director, Juan Luis Cebrián, perdería así a su principal valedor y sería fácil reconducir el periódico hacia posiciones más conservadoras.
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