América Latina presenta un paisaje económico sombrío. Comparada con otras zonas del planeta, es la que se recupera con más dificultad. El deterioro es llamativo porque se registra en el marco de una suba sostenida en el precio de las materias primas, es decir, con una recuperación en el comercio del que vive la región. Sin ese sostén, el cuadro sería aún más angustiante. El primer reflejo es explicar las penurias por la peste del coronavirus. Correcto. Pero incompleto. La pandemia ha funcionado como una lente de aumento para fragilidades materiales preexistentes. El malestar comienza a tener un registro inquietante en la esfera política.
Latinoamérica tuvo el año pasado una caída en su producto bruto del 6,6%. Apenas inferior a la de la Eurozona, que fue de 6,8%. Sin embargo, según pronósticos en los que coinciden los principales bancos de inversión, Europa se va a expandir 5,1% en 2021 y 5% en 2022. En cambio los pronósticos para los países latinoamericanos son más modestos: 4,9% este año, 3,1% el que viene.
El fenómeno contrasta con la situación de naciones o regiones que, a diferencia de Europa y América Latina, revertirán la caída del año pasado. Según informes de JP Morgan, los Estados Unidos, que tuvieron una contracción del 3,5%, crecerán este año 6,3% y en 2022 un 4%. Asia-pacífico, que cayó en 2020 un 1,2%, repuntará 7,5% este año y 4,8% el que viene. China, en cambio, el año pasado no se contrajo. Creció menos: 2,3%. Este año lo hará a un 9,3% y el que viene a 5,7% según el mismo banco.
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