GUADALAJARA. A partir de la memoria de experiencias familiares, de historias de amigos y lo que se escucha en las calles de Cuba, Leonardo Padura (La Habana, 1955) construyó una crónica de su generación dividida por el autoexilio. Por un lado, están los miles de cubanos que abandonaron, por diferentes circunstancias, la isla para jamás volver. Y por otro, los que deciden quedarse y afrontar las carencias. El novelista es de los que se quedaron en su patria.
Ese retrato generacional quedó contenido en su reciente novela Como polvo en el viento (Tusquets, 2020) que presentó en la 35 Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en una ceremonia donde también recibió de manos de Silvia Lemus la Medalla Carlos Fuentes que debió recibir el año pasado, pero por la pandemia fue imposible. En la entrega estuvo acompañado por Ricardo Padilla, presidente de la feria, Marisol Schulz, directora de la FIL, y el escritor Diego Petersen Farah.
Leonardo Padura comparte el contenido en su reciente novela
La novela es un relato policíaco a partir de la muerte de un hombre pero su hilo conductor no es la pesquisa del asesino, sino cómo hombres y mujeres cubanos cambian de vida cuando salen de su país y cómo se adaptan a las difíciles circunstancias quienes se quedan. Para ejemplificar este proceso, Padura contó la historia de un tío cercano quien después de irse a Nueva York, aseguraba no recordar el día que salió de la isla. “Fue como un funeral”, recuerda el novelista de la despedida de su tío.
“Hay razones de carácter político, económico, familiar para salir de Cuba, de todas las posibilidades de justificación por quedarse o irse, y éste ha sido uno de los grandes dramas de mi generación y lamentablemente continúa desarrollándose no por gusto”.
“Hay gente que sigue viviendo en Cuba en condiciones muy complejas con carencias en estos momentos muy grandes, pero siguen teniendo la necesidad de vivir en Cuba. Es mi caso, para mí tener que vivir fuera de Cuba sería una condena, un destierro, porque oír hablar en cubano, ver a la gente, saber cómo piensan, cuáles son sus preocupaciones, esperanzas, es lo que me alimenta como escritor y por eso sostengo tanto ese sentimiento de pertenencia”, confesó.
El también ganador del Premio Princesa de Asturias 2015 contó que gran parte del relato se sostiene de una fotografía como testimonio de los presentes y ausentes. Y al mismo tiempo juega con el ritmo narrativo como una trampa para capturar al lector.
El relato es también un homenaje a la amistad, a los hilos del amor y las viejas lealtades, concluyó Diego Petersen.
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