Los alemanes no están acostumbrados al espectáculo que dieron los conservadores cuando, durante más de una semana, el líder de la formación de Angela Merkel, Armin Laschet, y el de su partido hermano bávaro, Markus Söder pelearon en público por ser el candidato común a las elecciones del próximo septiembre, a las que la canciller ya no se presenta tras 16 abriles en el poder. Mientras ellos aireaban sus diferencias, los Verdes resolvieron la cuestión rápidamente y sin escándalos, de puertas para adentro. A la nueva candidata, Annalena Baerbock, una abogada de 40 abriles, la presentó el otro contendiente, Robert Habeck, con palabras de fervor. El partido iba unido detrás de la abogada de 40 años. El contraste fue demoledor para los conservadores. Al día próximo de la opción de Baerbock y solo horas posteriormente de que Laschet ganara el pulso a Söder, una primera sondeo de Forsa para la cautiverio RTL les daba la primera cachete: el sorpasso de los Verdes, con un 28% de intención de voto, a los conservadores, con el 21%.
Pero no es el único problema de la Unión, como se conoce a la alianza que forman la CDU de Merkel y la CSU bávara. La lucha entre los líderes no solo ha dejado heridas abiertas entre ambas formaciones, sino igualmente internamente de la CDU. Durante la eterna semana de tiras y aflojas, diputados rasos, pero igualmente respetados barones regionales del partido se mostraron a amparo de hacer candidato a Söder. La gran pregunta ahora es cómo conseguirá Laschet calmar las aguas con el socio bávaro y retornar a ganarse la confianza y el apoyo de quienes le dieron la espalda durante la batalla. Solo quedan cinco meses para las elecciones que marcarán el futuro de la Alemania post-Merkel. Y tal y como están las encuestas, podría suceder cualquier cosa, incluso que los conservadores, que han gobernado mayoritariamente Columna Digital desde el final de la Segunda Guerra Mundial (más de 50 abriles en total en el Gobierno) se queden fuera del Ejecutivo.
La semana pasada una sondeo de Insa para el diario Bild mostraba que la CSU concurriendo sola obtendría más del doble de votos que la CDU pese a que la primera solo tiene implantación en Baviera. Un resultado vistoso que ha vuelto a dar alas a las teorías sobre la ruptura entre los socios conservadores. Los expertos consultados lo descartan de plano y restan importancia a la sondeo, que solo se publica tras las crisis, no de forma periódica. “Siempre ocurre cuando los dos partidos se pelean, pero es completamente irreal. Desde un punto de vista puramente pragmático no convendría a ninguno de los dos”, asegura Franco delle Donne, doctor en comunicación política por la Universidad Libre de Berlín. La CDU tendría que crear de cero una estructura en Baviera, el segundo estado más poblado. Y la CSU perdería el peso que ha conseguido reforzar en los gobiernos conservadores, donde históricamente ha colocado dos, tres y hasta cuatro ministros —algunos de mucho peso, como actualmente Horst Seehofer en Interior—, más de lo que le correspondería por su peso territorial, explica.
Unificar el partido
Con su desafío “Söder ha demostrado la fuerza de la CSU y ha hecho hincapié en sus ambiciones personales, pero ambos partidos son perfectamente conscientes de que solo pueden ganar las elecciones de septiembre si permanecen juntos”, coincide Uwe Jun, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Trier. Para este habituado en política federal, el combate para Laschet va a ser normalizar a su propio partido y movilizar a sus miembros durante la campaña. El presidente de la CDU ha nacido vencedor del duelo con Söder pero ha quedado débil. Esta semana sorprendió a los moderados de su partido al anunciar que incorporaba a Friedrich Merz a su equipo de campaña. Merz ha sido una suerte de némesis de Merkel, a la que ha criticado en innumerables ocasiones por situar al partido en el centro y desviarse de “sus esencias” conservadoras y liberales. Hasta ahora Merz ha perdido todas las luchas de poder en las que se ha embarcado. Perdió cuando se enfrentó a Merkel hace una término y volvió a fracasar cuando, este enero, quiso ser presidente de la CDU. El partido eligió a Laschet, el continuador de las políticas de la canciller.
Pero Merz representa a una corriente robusto internamente de la CDU, que apoya todo lo que no sea Merkel, recuerda Delle Donne. Y Laschet, que prometió en enero reconciliar las diferentes posturas internamente del partido, lo sabe. El abogado, que se hizo rico trabajando para la gestora de fondos BlackRock en los abriles en que estuvo alejado de la política, es la mano de Laschet para ganarse a los estados del este. En la lucha por la candidatura los barones del este y sus bases apoyaron a Söder, de perfil mucho más conservador. Son los que piden más mano dura en la política de refugiados y de inmigración, en buena parte en respuesta al hecho de que en estas regiones de la antigua RDA es donde la CDU tiene maduro competencia a la derecha: allí Alternativa para Alemania (AfD) consiguió entre el 18 y el 27% de los votos en las últimas federales. En ese contexto Laschet puede tener otro problema tras la opción de Hans-Georg Maaßen como representante del sur de Turingia para el Bundestag. El controvertido exjefe de los servicios secretos internos alemanes fue destituido en 2018 por minimizar ataques xenófobos y se le acusa de connivencia con la extrema derecha. Los Verdes y el SPD criticaron su nominación y pidieron a Laschet que aclare si el partido se está alejando del centro político. Una cosa es dar cabida a la corriente independiente de Merz y otra dejar que la CDU se acerque a AfD, formación sometida a un puro cordón váter por el resto de partidos.
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