Ahora los libros para pequeños se atreven a tratar abiertamente los asuntos más espinosos del siglo XXI: la muerte, el alzhéimer, el machismo, el acoso, la homofobia, la mentira o la guerra. Tras sus coloridos dibujos se esconden las grises contradicciones del planeta. Material suficiente para aterrar a unos cuantos padres. Pero los autores, editores y educadores entrevistados animan a perder el miedo. Y, sobre todo, a confiar en los niños.
“No soy partidaria de poner límites. La literatura refleja el mundo, y en el mundo hay de todo. ¿Por qué ocultárselo a los pequeños? Criarlos en una burbuja los hace personas con una visión más cerrada”, asevera Pilar Núñez Delgado, profesora del Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Granada, que ha investigado a fondo esta temática.
“Todo lo que consideramos tabúes se puede tratar, con una manera y un contexto adecuados”, argumenta Isabel Alonso, directora pedagógica del madrileño Centro Privado de Educación Especial María Corredentora.
En lugar de ocultar, defienden, hay que explicar, algo que también está haciendo el teatro infantil: por qué miles de niños cada año deben dejar atrás sus juguetes y su país, como en Me llamo Maryam —Maryam Madjidi (Blackie Books)—; por qué es normal tener dos mamás, dos papás o un solo progenitor, como bien sabe el gatoFederico y sus familias —Mili Hernández y Gómez (nubeOCHO)—; por qué ¡No es fácil, pequeña ardilla! —Elisa Ramón y Rosa Osuna (Kalandraka)— superar un duelo muy cercano; o por qué un niño acaba criado entre perros callejeros, como relata Rey, de Mónica Rodríguez, basada en una historia real y reciente ganadora del premio Edebé de Literatura Infantil.
El editor de nubeOCHO, Luis Amavisca, plantea solo un par de excepciones: “Podemos hablar de tristeza, pero suicidio y depresión me parecen para adultos”. Aunque las dos educadoras creen que se pueden pisar incluso campos tan minados. Eso sí, con pies de plomo. Porque todos coinciden en una respuesta: más allá del tema, la clave es el tono. El cómo.
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He aquí la pregunta del millón. El riesgo de generalizar se antoja alto. Y cada niño es un mundo. Aun así, las opiniones más recurrentes ofrecen algún indicio. “Tiendo a huir de lo lacrimógeno, de relatos excesivamente dramáticos. Y a menudo se recurre al humor para afrontar temas trágicos”, afirma Alice Incontrada, editora infantil de Blackie Books.
Al fin y al cabo, los mismos asuntos llenan televisiones, móviles y charlas en casa, en la escuela o en el parque. La infancia está llena de maravillas.
A veces el problema está en los adultos. Generaciones de padres han temido el fatídico momento en que su hijo quiere saber por primera vez de dónde vienen los bebés. O adónde se marcharon los abuelos. “Si te preguntan algo, necesitan la respuesta. El miedo es: ‘No vayamos a traumatizarles’. Pero es un temor que tenemos los mayores. Y la literatura puede ser un recurso: disfrutan de una historia a la vez que se acercan a una realidad”, insiste Isabel Alonso.
Todos coinciden en que otro aspecto de la educación también ha cambiado, para bien: el trato hacia los niños se ha vuelto menos condescendiente. “Son personas, no se puede menospreciar su inteligencia. Piensas que la literatura infantil es algo inocente, pero en realidad nos posicionamos. Está siendo una revolución, editores que hace 10 años no tenían postura clara respecto al género o la igualdad, de repente ha reflexionado y cambiado su catálogo”, lo resume Amavisca.
Aunque no todo son pasos adelante: ¡Vivan las uñas de colores!, de Alicia Acosta, Gusti y el propio editor de nubeOCHO, suma varias ediciones en España, pero no pasó de la primera en Italia. Y, además de familias y profesorado, la explosión de esta literatura fascina también al mercado. “Hay una producción bestial, más que nunca. Cuesta más encontrar los buenos libros”, relata Incontrada.
“La literatura infantil debe ser buena literatura. Lo más importante es que entretenga. Y si además enseña, bien. Demasiados filtros pedagógicos crean obras que entran en el didactismo”, plantea Xosé Antonio Perozo, editor, autor y vicepresidente de la Organización Española para el Libro Infantil y Juvenil.
![Una página de 'Tu cuerpo es tuyo', de Lucía Serrano, editado por nubeOCHO.](https://imagenes.elpais.com/resizer/EVF3lumgO0VdmhsPn90gZbZtOkE=/414x0/cloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com/prisa/CESNU7ML4VHXXHLAFOQGVKXQBM.jpg)
Crecer junto con los superhéroes
Tanto Marvel como DC Comics, las dos principales editoriales de tebeos de superhéroes, son conscientes de que los niños suponen uno de sus pilares. Y, a la vez, una oportunidad: un pequeño que quiera crecer junto con un icono como Spiderman o Wonder Woman puede querer seguirlo a lo largo de libros juveniles y novelas gráficas para adultos.
“Los autores de cómics infantiles contemporáneos no cometen el error de subestimar a los lectores más pequeños, el nivel gráfico es altísimo y se abordan todo tipo de temas, habiendo quedado más que probado el potencial pedagógico y didáctico de la historieta, totalmente compatible con su vertiente más lúdica y evasiva”, asegura David Fernández, editor de ECC, que publica las obras de DC en España.
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