“Es vano el intento de señalar los focos de contagio de la vieja fiebre cainita en este o aquel sector social, en esta o aquella zona de la vida española”. No estamos en la España de principios de 1937 sobre la que Manuel Chaves Nogales escribió desde el exilio aquellas líneas para su prólogo de A sangre y fuego. Y sin embargo, los estrategas de la comunicación política que pilotan los designios de los candidatos han reducido estas elecciones a enfrentar a los más de cinco millones de madrileños convocados hoy a las urnas ante el dilema de elegir entre dos bandos destilados de otra época: “comunismo o libertad”, frente a “democracia o fascismo”.
Ambas consignas, proyectadas como eje de una campaña de ruido y de furia que ha convertido unos comicios regionales en asunto de alcance nacional por la vía del escándalo perpetuo, sacuden a un país exhausto tras un año de pandemia de covid-19. Una nación aferrada a la inyección de 140.000 millones de fondos europeos a cambio de reformas negociadas con Bruselas. Una sociedad castigada por la desigualdad, bajo un paro estructural del 15% —que roza el 40% en la tasa juvenil— y un mercado laboral que ha destruido 137.500 puestos de trabajo en el primer trimestre de este año. Una democracia sumida en una profunda crisis institucional mientras se dispara la desconfianza hacia los partidos políticos, el Congreso de los diputados, el Gobierno y los medios de comunicación, según el último Eurobarómetro. Un sistema que mantiene a Madrid y su región adyacente como metrópoli estructurada entre el poder del alto funcionariado, las élites empresariales que copan las sedes de las principales compañías españolas y los trabajadores destinados a brindar servicios para ambos estratos. Los electores parten de este contexto para decidir el futuro político de una región bajo la hegemonía del Partido Popular durante el último cuarto de siglo.
En este sentido, los sondeos apuntan —salvo sorpresas— a una victoria de la candidata del PP y presidenta, Isabel Díaz Ayuso, que quedaría presa del apoyo de Vox para formar gobierno. Mientras los aspirantes han librado una batalla entre acusaciones e invectivas, la región adolece de una sanidad azotada por la pandemia y con el segundo menor presupuesto per cápita en salud pública de todas las comunidades autónomas; una educación con el gasto público por alumno más bajo de España —que ahonda en la segregación de todo el territorio— y una economía pendiente de los fondos europeos que sufre una menor tasa de desempleo que la media nacional, si bien aumenta con mayor rapidez que en el resto del país. El trazo grueso y el estruendo silenciaron la confrontación de ideas sobre los problemas de Madrid durante los 15 días de campaña para unos comicios que Ayuso convocó tras el terremoto político de la moción de censura en Murcia, rompiendo el pacto de gobierno con Ciudadanos y Vox que se ha prolongado durante el último año y medio.
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