La artista serbia Marina Abramovic (Belgrado, 74 años) ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Considerada una de las grandes pioneras de las performances, Abramovic inició su carrera en los años setenta con la serie Ritmo, en la que ya mostraba las claves de su trabajo y la utilización de su propio cuerpo como parte de la obra. Estudió en la Academia de Bellas Artes de Belgrado (1965-1970) y completó sus estudios de postgrado en la Academia de Bellas Artes de Zagreb (Croacia, 1972). Entre 1973 y 1975 enseñó en la Academia de Bellas Artes de Novi Sad (ciudad situada en el norte de Serbia).
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Después de irse a vivir a Ámsterdam en 1976, Abramovic conoció al artista alemán Frank Uwe Laysiepen, de nombre artístico Ulay, fallecido el año pasado y con quien compartió una parte de su carrera. El objetivo de esos 12 años de colaboración con el artista, que también fue su pareja, consistió en anular el sentido del yo para dar forma a una entidad artística única e individual, capaz de trascender los límites de lo conocido y lo privado. El último trabajo como pareja tanto artística como sentimental de Ulay y Abramovic, que hicieron en 1988, consistió en caminar por la Gran Muralla China desde los extremos opuestos para unirse en el centro y desde allí separar sus caminos con una sola palabra “adiós”.
En 1977, en una de sus performances clásicas, Imponderabilia, hacía que el espectador pasara entre dos cuerpos desnudos. Aunque, quizá, su obra más conocida por el gran público es la performance de 2010 en el MoMA, cuando la artista permaneció 716 horas sentada y en silencio frente a los diferentes espectadores que la observaban de uno en uno y con quienes no podía hablar ni gesticular. Al mismo tiempo, en el museo se celebraba una gran retrospectiva, The Artist is Present, en la que se volvían a “representar” algunos de sus trabajos clásicos. Fue su gran reto al espectador, para tratar de cuestionar los límites en la exposición del arte. Abramovic encarna de alguna manera la imagen de artista total y ha entrado en el imaginario colectivo del siglo XXI, hasta el punto de que raperos como Jay Z la han incluido en sus vídeos y letras.
Un cambio radical
“La gente piensa con nostalgia que antes las performances eran más radicales. Te cortabas, te desnudabas, pero ahora son un proceso más mental. Entonces, tu público podían ser 10 personas, así que en verdad casi nadie las vio. Los museos aceptan hoy las performances como el vídeo o la fotografía, pero ha llevado mucho más tiempo ganarse el respeto. Ha habido un cambio radical: cuando empecé me querían encerrar en un manicomio porque creían que estaba loca, y hoy me alaban”, comentaba en una entrevista con Columna Digital en 2015. “En el colegio me llamaban jirafa, odiaba mi nariz y sacaba malas notas”, recordaba en otra ocasión acerca de su infancia en la antigua Yugoslavia, donde fue criada por sus abuelos.
En 1997 presentó la pieza Balkan Baroque en la Bienal de Venecia, por la que recibió el León de Oro a la mejor artista. En 2005 presentó en el Guggenheim de Nueva York Seven Easy Pieces: en siete noches consecutivas recreó los trabajos de artistas pioneros de la performance en los años sesenta y setenta, incluso de dos obras propias, Lips of Thomas y Entering the Other Side (1975 y 2005, respectivamente).
En 2012 se estrenó La artista está presente, el documental sobre la retrospectiva del MoMA, dirigido por Matthew Akers, que fue nominado a mejor documental en el Independent Spirit Awards 2013 y recibió el Premio del Público al mejor documental en el Festival de Cine de Berlín 2012. De esa experiencia surgió la idea para crear el Marina Abramović Institute (MAI), un centro de arte situado en Hudson (Nueva York, EE UU) en el que se realizan todo tipo de actos culturales, talleres y exposiciones relacionados con la performance y el arte contemporáneo. En abril de 2012, la artista llevó al Teatro Real de Madrid el espectáculo Vida y muerte de Marina Abramovic, un trabajo en el que colaboraron el director de escena Bob Wilson, el actor Willem Dafoe, el cantante transgénero Antony y la artista. Hay obra de Abramovic en el Museo Reina Sofía y el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Málaga acogió una exposición de su obra de los últimos años en 2014.
En 2016 publicó su autobiografía Walking Through Walls (Derribando muros) y en 2018 debutó como directora de escena operística en la obra Pelléas et Mélisande en la Ópera de Flandes. En 2020 estrenó Seven Deaths of Maria Callas, un montaje operístico en torno a la figura de la diva; ese mismo año, la Royal Academy of Arts programó una retrospectiva sobre la obra de la artista serbia que tuvo que ser pospuesta a 2023 debido a la pandemia.
El jurado de este Premio –convocado por la Fundación Princesa de Asturias– ha estado presidido por Miguel Zugaza Miranda e integrado por José María Cano de Andrés, María de Corral López-Dóriga, Dionisio González Romero, Blanca Gutiérrez Ortiz, Sergio Gutiérrez Sánchez, Lucas Macías Navarro, Ricardo Martí Fluxá, Fernando Masaveu Herrero, Hans Meinke Paege, Helena Pimenta Hernández, José María Pou Serra, Sandra Rotondo Urcola, Benedetta Tagliabue, Patricia Urquiola Hidalgo, Tadanori Yamaguchi, Aarón Zapico Braña y Catalina Luca de Tena y García-Conde, marquesa del Valle de Tena (secretaria). Esta candidatura ha sido propuesta por María Sheila Cremaschi, directora del HayFestival Segovia (Hay Festival of Literature and Arts, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2020).
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