El ministro serbio de Exteriores, Nikola Selakovic, (38 años, Uzice) ha tenido suerte. Lleva solo seis meses en el cargo y ya aterriza en Madrid con un importante tanto diplomático: el éxito de la campaña serbia de vacunación contra el coronavirus. Es uno de los cinco países del mundo que más dosis ha puesto gracias a administrar tanto las occidentales y aprobadas por la UE de Pfizer y AstraZeneca como la rusa Sputnik V y la china Sinopharm, entrega vacunas a países vecinos y promueve que cualquiera viaje allí a inocularse gratis. Un gol en términos de relaciones públicas para un país cuya imagen sigue marcada en el imaginario colectivo por su papel en las guerras de desintegración de Yugoslavia y que suele generar titulares por asuntos como Kosovo, la cercanía a Moscú y Pekín o las acusaciones de erosión de su democracia.
A lo largo de una entrevista con este periódico, realizada este lunes en Madrid, Selakovic repite insistentemente dos fórmulas: “paz y estabilidad” y “país pequeño y pobre”. La primera, para subrayar que ese es hoy el aporte de Belgrado a la región: “El rol del presidente [serbio, Aleksandar] Vucic es uno de los más importantes políticamente para la paz y la estabilidad en el sudeste de Europa y en los Balcanes”, dice. La segunda, para explicar por qué su país —que negocia un ingreso en la UE que se antoja lejano— se vio “obligado” a recurrir a vacunas de rivales estratégicos de la Unión.
Papeles anónimos
El segundo asunto en boga son los papeles anónimos sobre los Balcanes que han circulado recientemente por Bruselas sin que nadie reconozca su autoría. El más polémico plantea reconfigurar las fronteras fijadas tras la desintegración de Yugoslavia en los años noventa del siglo pasado, de forma que Serbia se fusionase con la República Srpska, la entidad serbia de Bosnia, y Kosovo —que declaró en 2008 una independencia de Serbia que reconocen en torno a la mitad de los 193 países de la ONU— con Albania. En respuesta al documento, el presidente serbio subrayó su respeto por la integridad territorial de Bosnia, pero su ministro de Interior, Aleksandar Vulin, abogó por que todos los serbios étnicos, presentes en varios países de la zona, vivan en un único Estado. Selakovic deja clara la posición de Belgrado: “Serbia respeta y apoya la integridad territorial de Bosnia Herzegovina […] Y si hablamos del respeto a las fronteras de los países de la región también significa el respeto a las fronteras de Serbia, lo que significa que Kosovo y Metohija son nuestras provincias del sur. No se puede decir ‘esta es una regla que se aplica a todos los casos, menos al de Serbia”
El tercer tema es, precisamente, Kosovo. De la semana pasada, la más balcánica en tiempo en Bruselas por las visitas de los dirigentes de Serbia, Macedonia del Norte y Kosovo, salió la perspectiva de reinicio en junio de las conversaciones entre Belgrado y Prístina, en las que media la UE. Selakovic subraya que el diálogo es “una prioridad” para Serbia —”No es bueno para nosotros tener un conflicto congelado porque en algún momento alguien va a llegar al poder y descongelarlo”, advierte— y aplaude que el rechazo de España, Grecia, Rumania, Eslovaquia y Chipre a la independencia kosovar garantice un “enfoque neutral por parte de Bruselas” a la hora de negociar un acuerdo que, en ningún caso, implicaría el reconocimiento serbio de Kosovo como Estado independiente. “Cuando me pregunta por el reconocimiento mutuo, ¿cuál es el acuerdo de compromiso ahí? A un colega le pregunté qué recibiría Belgrado [en ese caso]. Me dijo: ‘seríais reconocidos por Prístina’. Le respondí: ¿Estás de broma? No necesitamos ese tipo de reconocimiento. Somos un Estado reconocido y miembro pleno de la ONU. Un acuerdo de compromiso no significa que una parte gana todo y la otra pierde todo”, señala.
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