Vivimos en una época en la que cualquier cosa puede ser una obra de arte, en la que las obras de arte pueden estar hechas de cualquier material y donde no hay criterios perceptivos en virtud de los que algunas cosas sean obras de arte y otras cosas no. Se entiende al pensar que la creación actual se viste con metáforas. Cadenas de argumentos nos llevan de las observaciones a los juicios, y éstos, de vuelta a las observaciones, conscientes de que a la obra de arte se le presupone ser repentina y subracional, gasificante y acidulante, casi como un flash cegador.
Si hay una metáfora que aglutine la respuesta de lo artístico hoy es acuática y animal, marítima y fluvial. El pensamiento en flujo abre camino en torno a lo nuevo, dice Boris Groys, mientras la reología, la física de pensarlo todo como fluido, llena por momentos el mundo del arte de viscosidad, elasticidad y derrames. De una gran variedad de ejercicios y alegorías acuáticas. Véase el prisma de la 13ª Bienal de Shanghái, comisariada por Andrés Jaque, y la exposición con la que culmina esta edición iniciada en noviembre de 2020, Bodies of Water, cargada de artistas españoles. Entre ellos, Itziar Okariz, Antoni Muntadas, Carlos Irijalba o la asociación Debajo del Sombrero. Los cuerpos de agua reunidos aquí son elásticos como los ecosistemas y las redes, o como cualquier proceso físico circular: respirar, pernear, eyacular, hormonar, menstruar… Lugares donde habitualmente se disputan consensos, disidencias y alianzas como las que marcan los tiempos que corren. Dice Jaque que vivimos en una acuosidad colectiva de cuerpos porosos e infiltrados unos en otros, y que gran parte de la política ahora mismo está instalada ahí, en lo fluido como nueva esfera pública. La nueva plaza donde quedar.
En el arte se habla ya de una solidaridad entre especies y ecosistemas, de un pensamiento profundo y queer, de una caudal circular y una ecología corporal. Olafur Eliasson lo llama Life en la instalación que acaba de inaugurar en la Fundación Beyeler de Basilea: un gran charco de agua verde saturado de uranina, nenúfares enanos y helechos submarinos que difuminan los límites del edificio, y donde humanos, animales, hongos y bacterias pueden habitar sin restricciones. Todo indica que ese glauco esconde una crítica al greenwashing, utilizado para aludir a las prácticas de algunas corporaciones para presentar falsamente un producto como respetuoso con el medio ambiente. Un verde, dice Blanca de la Torre, comisaria de la próxima Bienal Internacional de Cuenca 2021, en Ecuador, que hay que cambiar por el azul. Justo acaba de anunciar artistas para esta Bienal del Bioceno, muchos de ellos también españoles (Eugenio Ampudia, Rosell Meseguer, Asunción Molinos, Avelino Sala…). Claudia Comte se sumerge junto a TBA21 un poco más abajo en After Nature, en el Museo Thyssen: una instalación que favorece la reflexión y el acercamiento a los arrecifes de coral, fundamentales en la producción de oxígeno en la tierra y hoy en peligro extinción.
En el arte se habla ya de una solidaridad entre especies y ecosistemas, de una economía circular y una ecología corporal. Olafur Eliasson lo llama ‘Life’ en la instalación que acaba de inaugurar en la Fundación Beyeler de Basilea
Los océanos asimismo han inspirado a David Horvitz y Javier Cruz para Flor de mayo, su participación en el ciclo expositivo Un rastro involuntario, comisariado por Cristina Anglada y Gema Melgar en La Casa Encendida. Ambos se citaron el 5 de enero de este año para grabar el sonido del Pacífico de forma simultánea, pero desde dos puntos geográficos distintos: Horvitz desde Los Ángeles y el Pacífico Norte y Javier Cruz desde Concón, en Chile, Pacífico Sur. El resultado es una historia sonora llena de flujos migratorios. En esa idea del mar roto, muchos artistas lanzan mensajes sobre las consecuencias medioambientales irreversibles. La instalación de Amparo Sard en Conde Duque, por ejemplo, o la Promesa de Marina González Guerreiro sobre el estanque del Parque de Aluche, ambos en Madrid, igual que las aguas vivas que Julia Aurora Guzmán expone en la galería Daniel Cuevas. Hay exposiciones efectivas y humildes, como Madrid acuosa, en Centro Centro, que aporta antropología y conexión emocional con una ciudad que lleva en el nombre eso de “tierra rica en agua”, pese a que casi nadie lo sabe. Aunque, para muestras luminosas, la de Irati Inoriza en el espacio de TACA, en Palma de Mallorca, con sus Ejercicios a Ofelia, proyecto que lleva a cabo en residencia en Azkuna Zentroa, en Bilbao. Aparecen, de nuevo, ideas vinculadas al agua y al cuerpo, pero desde su experiencia con las pozas de Enkarterri y con referencias a la figura de Ofelia y la lamia vasca, y el submundo del Salitre de María Salgado. Ejemplos de cómo reconocerse como ser mutante y líquido.
‘Bodies of Water’. Bienal de Shanghái. Hasta el 27 de junio.
‘After Nature’. Claudia Comte. TBA21- Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid. Del 11 de mayo al 22 de agosto.
‘Ejercicios a Ofelia’. Irati Inoriza. TACA. Palma de Mallorca. Hasta el 13 de mayo.
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