La protagonista de una célebre película busca refugio en los placeres culinarios ante la tormenta de su vida sentimental y profesional, encontrando consuelo en el helado de chocolate. Este comportamiento resuena con muchos de nosotros: mientras algunos optan por la comida en momentos de estrés, otros pueden experimentar una repulsión hacia la alimentación. Esta variabilidad en las respuestas emocionales plantea interrogantes fascinantes sobre la naturaleza del estrés y sus efectos en nuestros hábitos alimenticios.
Comprendiendo el Estrés
En la actualidad, es común escuchar frases como “estoy estresado” como una manera de expresar la incomodidad ante situaciones que nos desbordan. El estrés activa una serie de respuestas biológicas en nuestro organismo, orientadas a afrontar los desafíos inmediatos. De una forma general, podemos categorizar el estrés en dos tipos:
Estrés agudo: Este tipo se presenta de manera repentina ante eventos concretos, como una amenaza física.
- Estrés crónico: Este se manifiesta de manera prolongada, y puede surgir de conflictos familiares, problemas económicos o un ambiente laboral hostil.
Mientras que el estrés agudo puede ser beneficioso a corto plazo, preparando nuestro cuerpo para la supervivencia, el estrés crónico puede tener efectos adversos duraderos sobre nuestra salud.
Respuestas Diferenciadas al Estrés
Las distintas maneras en que las personas responden al estrés se ven influenciadas por factores fisiológicos, psicológicos y ambientales. Los estudios indican que entre el 35 y el 40% de la población tiende a incrementar su consumo de alimentos durante situaciones de estrés, mientras que otros mantienen o reducen su ingesta. Esta diferencia responde a la complejidad de los mecanismos que regulan nuestras emociones y el apetito.
Durante episodios de estrés agudo, se activa la respuesta de “lucha o huida”, liberando hormonas como la adrenalina, que temporalmente suprimen el apetito. Sin embargo, en condiciones de estrés crónico, el cortisol, una hormona relacionada con el apetito, puede ocasionar fluctuaciones en la ingesta alimenticia, lo que explica su asociación con cambios en el peso corporal.
Es importante mencionar que aquellas personas con sobrepeso, las mujeres o aquellos en dietas estrictas pueden verse más inclinados a comer en exceso en momentos de tensión, utilizando la comida como evasión de los sentimientos negativos.
Un Vínculo Evolutivo
La conexión entre el estrés y la alimentación tiene raíces evolutivas. Históricamente, el ser humano desarrolló conductas que favorecen la supervivencia, como consumir más alimentos en periodos de escasez. Mientras que históricamente la pérdida de apetito era una respuesta normal ante el estrés, esta puede transformarse en alimentación emocional durante la adolescencia.
Un aspecto fascinante es que el estrés no solo moldea la cantidad de alimentos que consumimos, sino también su tipo. Durante episodios de ansiedad, la preferencia por alimentos ricos en grasas y azúcares puede incrementarse, activando zonas cerebrales relacionadas con la recompensa, lo que puede llevar a un ciclo de consumo excesivo.
Implicaciones para la Salud
El uso de la comida como forma de aliviar el estrés puede tener serias consecuencias para la salud. El consumo regular de alimentos poco saludables puede resultar en sobrepeso y afectar tanto el estado de ánimo como la resiliencia ante el estrés. Algunas investigaciones han sugerido que los hábitos alimenticios poco saludables pueden crear patrones de dependencia, en donde la comida se convierte en un mecanismo de evasión.
Estos descubrimientos subrayan la importancia de entender la relación entre el estrés y la alimentación. Disponer de herramientas para gestionar el estrés de manera saludable es crucial para mitigar efectos negativos en nuestra salud y bienestar general. La comprensión de esta dinámica no solo beneficia a los individuos, sino que también tiene implicaciones en el ámbito social y de salud pública.
La información presentada tiene como base datos recogidos hasta el 27 de abril de 2025 y es vital mantenerse informado sobre cómo factores como el estrés pueden influir en nuestros hábitos alimenticios a medida que los tiempos y contextos cambian.
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