El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, considera que las relaciones con Europa nunca volverán a ser iguales y propone rehacer desde cero todo el marco de seguridad del Viejo Continente. Para el jefe de la diplomacia rusa, la ayuda que Occidente presta a Ucrania puede llevar el conflicto a una dimensión mucho más peligrosa si dos potencias con armas de destrucción masiva.
Lavrov quiso remarcar los principales países que han promovido recientemente la amenaza con una guerra nuclear y, por tanto, debe ser evitada. Este año cinco grandes Estados poseen este tipo de armas de destrucción masiva y pueden considerar utilizarlas y comenzar el final de la humanidad, puesto que a pesar de los llamamientos, el diplomático avisó de que la amenaza sigue siendo real, una situación de la que responsabiliza a los países occidentales por su apoyo a Ucrania: “Estábamos listos para ir más allá y decir que no solo no se debe desencadenar una guerra nuclear, sino que cualquier guerra entre potencias nucleares también es inaceptable. Incluso si alguien decide iniciarla por medios convencionales, el riesgo de escalar a una guerra nuclear es enorme”.
El alto cargo justificó los ataques rusos contra las centrales eléctricas y otras infraestructuras civiles en Ucrania porque “proporcionan potencial de combate a las fuerzas armadas de Ucrania, a los batallones nacionalistas, y de ellas depende la entrega de una gran cantidad de armas con las que Occidente colma a Ucrania para matar rusos”.
Tras los reveses de septiembre y octubre en el campo de batalla en Ucrania, el Kremlin elevó la retórica nuclear. Por un lado, al decir que defendería el territorio anexionado en Ucrania “por todos los medios”, a lo que Putin agregó que esa determinación “no es un farol”. Por otro, al asegurar que Kiev se preparaba para usar “armas sucias radioactivas”. Washington advirtió de que un ataque así no quedaría impune, y la forma que tendría esa respuesta estadounidense se la entregó por escrito el director de la CIA, William Burns, a su homólogo de los servicios secretos rusos para el exterior, Serguéi Narishkin, en Ankara el pasado 14 de noviembre.
Lavrov abrió la puerta a volver a dialogar, pero con una condición: “Si nuestros interlocutores occidentales se dan cuenta de sus errores y expresan su disposición a volver a la discusión de los documentos que propusimos en diciembre”. Es decir, retomar las exigencias que Rusia puso sobre la mesa antes de la invasión de Ucrania y que contemplaban la salida de la OTAN de todos los países unidos a la alianza después del Acta Fundacional de 1997, lo que supondría dejar fuera a todas las naciones al este de Alemania.
Lavrov se mostró muy escéptico: “Dudo que encuentren la fuerza y la inteligencia para hacer esto. Pero si esto sucede de pronto, nosotros estaremos listos para volver a hablar con ellos”. El jefe de la diplomacia rusa añadió que las propuestas de Moscú fueron “honestas” porque no exigieron de inicio la retirada de las fuerzas estadounidenses de Europa y la disolución de la Alianza Atlántica.
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