El Oscar del pasado domingo ha encumbrado a Thomas Vinterberg (Copenhague, 52 años) como uno de los grandes del cine europeo y el rey actual del cine danés. Y lo del cine danés no es una competición menor. En una nación que no llega ni a los seis millones de habitantes hay, sin embargo, al menos una decena de cineastas de fama mundial, capaces de compaginar una carrera en su país con rodajes internacionales (incluido Hollywood). Si les preguntáramos a ellos, probablemente el descomunal ego de Nicolas Winding Refn acallaría al resto. Si el interrogado es un crítico curtido en festivales, el nombre que surgirá será el de Lars von Trier, el director que más ha sacudido al público de las salas de arte y ensayo. Puede que también salgan mencionados los veteranos Jørgen Leth o Bille August (doble ganador de la Palma de Oro y poseedor también del Oscar). O que alguien señale a Susanne Bier y a Lone Scherfig. Pero ahora mismo, el jefe de todo esto (como tituló una película su mentor Von Trier) es Vinterberg: llevarse de una tacada los premios del cine europeo, el Bafta británico, el César francés y el Oscar a mejor película internacional está al alcance de muy pocos.

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