En México, el cáncer de mama se ha consolidado como la principal causa de muerte por cáncer entre mujeres desde 2006, y su alarmante tendencia sigue en aumento. Esta situación se ve impulsada por varios factores, como el envejecimiento progresivo de la población y un estilo de vida urbano marcado por una alimentación poco saludable, sedentarismo y obesidad. A esto se suma la mejora en la detección, gracias al uso creciente de mamografías, que ha permitido identificar más casos.
En concreto, para el año 2024, se estima que el 9% de todas las muertes por cáncer en el país corresponden a este tipo de cáncer, el cual afecta desproporcionadamente a mujeres, poniendo de manifiesto un problema de salud pública urgente. Las cifras son preocupantes: la tasa de defunciones por cáncer de mama fue de 18.7 por cada 100,000 mujeres de 20 años o más, lo que representa un aumento notable en comparación con la tasa del año anterior, que era de 17.8 por cada 100,000.
Uno de los principales obstáculos para reducir la mortalidad asociada a esta enfermedad es el diagnóstico tardío, que se presenta en cerca del 60% de los casos. Esta realidad subraya la importancia de la educación y concientización sobre la autoexploración y los exámenes regulares, elementos clave para una detección oportuna que puede salvar vidas.
Además, el acceso a servicios de salud adecuados se convierte en un factor crítico en la lucha contra esta enfermedad. La necesidad de un sistema de salud que no solo facilite el diagnóstico temprano, sino que también brinde tratamientos efectivos, es esencial para enfrentar esta grave amenaza.
Los datos recientes sugieren que, si bien ha habido un aumento en la detección, el desafío radica en mejorar la atención y el apoyo a las mujeres diagnóstico positivo. Una estrategia integral que aborde desde la prevención hasta el tratamiento puede ser el camino hacia una reducción significativa en las tasas de mortalidad.
Reflexionando sobre esta realidad, es claro que se necesita un esfuerzo colectivo para concientizar y empoderar a las mujeres, así como para incentivar políticas públicas que promuevan una vida más saludable y el acceso a servicios médicos de calidad. Solo entonces se podrá avanzar hacia un futuro donde el cáncer de mama no sea una sentencia de muerte, sino una batalla que se pueda ganar.
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