El planeta se dirige a lo que podría ser su segundo año más cálido en la historia, alcanzando nuevos récords en 2025, un año que se prevé empatará en temperatura con 2023, y que llega tras la alarmante ola de calor de 2024. Así lo afirma el observatorio europeo Copernicus, un líder en el monitoreo climático, que reporta un aumento promedio de 1.48º C en las temperaturas globales entre enero y noviembre de este año.
Este incremento supone una sobrepaso de 1.5º C con respecto a los niveles preindustriales, un umbral que se considera crítico y que ha sido estipulado por el Acuerdo de París de 2015 como el límite seguro para el calentamiento global. Las proyecciones apuntan a que el promedio de temperaturas para los tres años que abarcan de 2023 a 2025 superará esta cifra por primera vez, lo que resalta la urgencia ante los efectos del cambio climático.
Samantha Burgess, estratega climática de Copernicus, subrayó que estos hitos climáticos no son meras estadísticas, sino indicadores alarmantes de un cambio acelerado en nuestro clima. La única forma de revertir esta tendencia negativa es reduciendo drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió en octubre que no se podrá mantener el calentamiento global por debajo del límite de 1.5º C en los próximos años si no se implementan acciones urgentes.
El mes de noviembre pasado se destacó como el tercer noviembre más cálido registrado, con un aumento promedio de 1.54º C sobre los niveles preindustriales. Las consecuencias de este aumento han sido devastadoras; el observatorio reporta una serie de eventos climáticos extremos, como ciclones tropicales en el sudeste asiático. Estos fenómenos causaron inundaciones catastróficas y pérdidas significativas de vidas humanas, incluyendo tifones que cobraron alrededor de 260 vidas en Filipinas y devastadoras inundaciones en Indonesia, Sri Lanka, Tailandia y Malasia en diciembre.
La metodología de Copernicus incluye el análisis de miles de millones de lecturas provenientes de satélites y estaciones meteorológicas, tanto en tierra como en el mar, y ofrece datos que se remontan a 1940. Con cada nueva medición, se hace más evidente que la naturaleza está enviando señales de advertencia que no podemos seguir ignorando. Estas cifras nos recuerdan que el tiempo para actuar se agota.
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