En el corazón del estado de Morelos, resguardado entre cerros que parecen vigilarlo con calma ancestral, se encuentra un pueblo que ha comenzado a robar miradas y corazones: Tlayacapan. A pesar de que nombres como Tepoztlán o Xochitepec suelen dominar las listas de destinos imperdibles, quienes han pisado las calles empedradas de Tlayacapan saben que hay algo en este rincón del noreste morelense que va más allá de lo turístico. Es un lugar donde el tiempo se detiene, donde la tierra habla en susurros y donde las tradiciones se mantienen vivas como fuego encendido.
El nombre Tlayacapan proviene del náhuatl y significa “sobre la punta de la tierra”. Y así se siente: un espacio suspendido entre el cielo y lo terrenal, donde la historia, la fe y la vida cotidiana se entrelazan. Caminar por su centro es encontrarse con vestigios de su pasado prehispánico, con huellas coloniales y con una profunda espiritualidad que se respira en cada esquina. Desde 2011, este pueblo fue incorporado al programa de Pueblos Mágicos, y con razón. Su riqueza no se mide solo en belleza visual, sino en el peso de su memoria, en sus costumbres y en la autenticidad de su gente.
Uno de los tesoros más representativos de Tlayacapan es el Ex Convento Agustino de San Juan Bautista, construido en el siglo XVI y declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Sus gruesos muros, su sobria arquitectura y sus frescos antiguos hablan de un pasado complejo, de encuentros y desencuentros culturales que moldearon lo que hoy somos. A su alrededor se alzan hasta 18 capillas coloniales que, junto con el convento, conforman un mapa espiritual del pueblo y su gente, reflejo de una religiosidad profunda y festiva. Aquí, cada barrio celebra a su santo, cada altar guarda una historia, cada campanario acompaña los días con su repique.
Pero si algo hace latir fuerte el corazón de Tlayacapan es el Chinelo. Aquí nació esta figura emblemática del carnaval morelense, cuyo característico brinco y vestimenta colorida son mucho más que folclore: son símbolo de identidad, de resistencia cultural y de alegría compartida. Durante el carnaval, las calles se transforman en una fiesta de música, danza y tradición viva, en la que participan lugareños y visitantes por igual. La fiesta no se imposta, no se actúa: se vive desde el alma.
La riqueza cultural de Tlayacapan también se expresa a través de sus artesanos. El barro, modelado por generaciones, cobra forma en las manos de familias que han convertido el oficio en una forma de vida. En cada taller, las piezas no solo se hacen: se cuentan, se sienten, se heredan. Cada cántaro, cada figura, cada utensilio es un testimonio de saberes antiguos que resisten al paso del tiempo y al olvido.
La experiencia de visitar Tlayacapan no se limita a lo histórico o a lo estético. Es también una invitación al bienestar integral. En sus alrededores hay temazcales tradicionales, donde el vapor, los cantos y las hierbas medicinales ofrecen una purificación física y espiritual. También hay spas holísticos, espacios para la contemplación y actividades ecoturísticas que permiten recorrer el cercano Corredor Biológico Chichinautzin, un pulmón verde que regala paisajes de montaña y senderos de conexión con la naturaleza.
El sabor de Tlayacapan es otro de sus encantos. En su mercado o en las fondas del centro se puede probar desde tlacoyos con nopales y salsa verde hasta tamales de ceniza con mole, pasando por cecina, pozole y atoles tradicionales. Cada platillo es una celebración de los ingredientes locales y del amor por la cocina como acto de comunidad. Comer aquí es volver a lo esencial, a los sabores que alimentan cuerpo y memoria.
Llegar a Tlayacapan es fácil, pero irse puede resultar difícil. Está a poco más de 100 kilómetros de la Ciudad de México y a solo una hora de Cuernavaca, lo que lo convierte en una escapada perfecta para el fin de semana o incluso para una estancia más prolongada. El clima, templado durante todo el año, invita a caminar, a sentarse en una plaza bajo la sombra de un árbol, a observar sin prisa cómo transcurre la vida. Porque en Tlayacapan no se corre: se respira.
Este pueblo no compite con otros destinos: simplemente es. Y eso basta para enamorar. Tiene una belleza callada, un encanto que no grita, pero que permanece. Quienes lo visitan lo llevan consigo como un secreto compartido, como un lugar al que se quiere volver. Por su historia, su cultura, su gente y su manera de hacer sentir al visitante como parte de algo más grande, Tlayacapan no solo merece su título de Pueblo Mágico. Merece ser recordado como uno de los lugares más genuinos de México.
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(Nota editada)



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Aq que pueblo mágico dedicaron su columna?????
Generado el 100 por IA
Hasta que lees las tags, te das cuenta de qué pueblo mágico hablan. En Morelos hay varios pueblos mágicos y mientras lees, te desespera que la lectura está vacía porque nunca se menciona de qué pueblo hablan.
Puras mamadas, no dan el nombre y usan IA
Yo tengo el placer de haber conocido y haber vivido por 10 años en ese pueblo maravilloso de Tlayacapan, realmente fue y ha sido la mejor experiencia de mi vida. Tengo 70 años y lo recuerdo con cariño y nostalgia.