La reciente reunión en Beijing entre Xi Jinping y líderes latinoamericanos ha revelado las estrategias de China frente a la tensión arancelaria provocada por las políticas comerciales de Donald Trump. Durante este encuentro, quedó patente la convicción del presidente chino de que saldrá victorioso de la guerra comercial desencadenada por la administración estadounidense.
Los acuerdos alcanzados en Ginebra el fin de semana anterior han reforzado esta creencia. La Casa Blanca ha decidido suspender temporalmente las medidas comerciales más severas contra China, manteniendo un arancel del 10%. Este acuerdo es similar a lo pactado previamente por Trump con el Reino Unido, lo que proporciona a China un trato equiparable al de su aliado más cercano en el Atlántico Norte.
A nivel regional, la situación es igualmente interesante. Actualmente, el trato comercial que recibe China es superior al de sus contrapartes en el T-MEC, como Canadá y México, indicando una dinámica de relaciones comerciales estratégicas. Xi Jinping y su equipo han dejado claro que no solo considera inevitable que Trump no triunfe en su confrontación comercial, sino que también cuestionan la fiabilidad de EE.UU. como amigo de sus socios.
Desde la perspectiva del Gobierno chino, es evidente que los cambios radicales propuestos en la cadena de suministros por Trump podrían resultar insostenibles para el electorado estadounidense. Durante la reunión, Xi no mostró interés en ajustar su modelo económico a fin de reducir un déficit comercial con EE.UU. que asciende a 295.000 millones de dólares anuales.
Los recientes acuerdos de Ginebra han beneficiado a China, ya que de haberse impuesto los aranceles, el país podría haber enfrentado un endeudamiento significativo, superando los 140.000 millones de dólares. En cambio, se estima que la economía china podría crecer un 4.4% este año, colocándola en una posición más favorable.
Con este contexto, Xi Jinping ha optado por fortalecer su influencia a través de la diplomacia, reavivando el concepto de “soft power” que Washington había cultivado antes de Trump. Ofreció una línea de crédito superior a 10.000 millones de dólares a los países de la Celac, además de plantear exenciones de visados y mostrar interés en colaborar en proyectos estratégicos en sectores como la electricidad, el petróleo y los minerales raros.
Los líderes presentes incluyeron a figuras como Lula Da Silva, Gustavo Petro y Gabriel Boric, mientras que la presidenta Claudia Sheinbaum envió al canciller Juan Ramón De la Fuente. Incluso países con fricciones con China, como Panamá, enviaron a sus embajadores, reflejando cómo la turbulencia generada por Trump ha empujado a la región a acercarse a un Xi que presenta recursos y una imagen de estadista.
Paralelamente, China está monitoreando de cerca la situación política en EE.UU. La reaparición de Joe Biden en el escenario político, a raíz de una entrevista reciente, sugiere una erosión en la base electoral del Partido Republicano, un desarrollo que ha suscitado interés en la diplomacia china. Algunos funcionarios han señalado que es complicado esperar sacrificios económicos de la población estadounidense cuando el presidente se encuentra bajo la sombra de regalos de lujo y negocios familiares multimillonarios.
A medida que la relación entre China y América Latina evoluciona, las decisiones y estrategias tomadas en Beijing continúan configurando un futuro comercial y político en el que la influencia china se vuelve cada vez más significativa en la región.
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