Desde sus inicios en la antigua Grecia en el año 362 a. C., la economía se ha concebido como una ciencia social, surgiendo de la corriente conductista con el fin de analizar la mejor manera de gestionar recursos limitados para satisfacer las necesidades humanas. Sin embargo, la relación científica entre economía, filosofía, historia y ética comenzó a consolidarse con el trabajo de Adam Smith, quien es considerado el padre de la economía moderna. A lo largo del tiempo, autores como Marx, Keynes, Cortina, Sen, Kahneman y Tirole han vinculado la economía con la moral y las emociones, enriqueciendo la comprensión de esta disciplina.
A lo largo de su evolución, la economía ha mantenido un nexo fuerte con la filosofía moral. Sin embargo, se observa que la economía logística se ha alejado de sus fundamentos esenciales, como las virtudes humanas y conceptos clave como la felicidad, la empatía y la ética. En la actualidad, se ha transitado de la gestión responsable de recursos escasos al acaparamiento, la explotación excesiva y la especulación desmedida. La controversia surge cuando economistas como Milton Friedman, fundador de la escuela de Chicago, han recibido premios Nobel a pesar de que sus teorías, que abogan por una expansión monetaria y la reducción del Estado, no han demostrado ser tan efectivas como se promulga.
Frente a los desafíos actuales de la economía global—incluyendo altos niveles de inflación, los efectos de la pandemia de Covid y la creciente brecha entre ricos y pobres—se hace urgente que el ámbito académico y político promueva un retorno a modelos económicos que integren principios de la filosofía moral. Esto permitiría que las teorías de desarrollo adopten un enfoque más humano y social, en contraposición al individualismo y la indiferencia que predominan hoy en día.
El contexto histórico actual, marcado por la existencia de dos grandes bloques económicos dirigidos por Estados Unidos y China, nos invita a replantear la economía, focalizándola en la dignidad humana. Es imperativo que el sistema económico sirva a las personas y no a intereses mezquinos, siguiendo los principios éticos que dieron origen a la economía en el siglo XVIII, los cuales siguen siendo relevantes en nuestro tiempo.
La humanidad ya no puede tolerar el enriquecimiento desmedido de unos pocos ni la manipulación de las masas, fenómenos promovidos especialmente por los sectores tecnológico y financiero. La economía debe evolucionar para enfrentar estos retos y reenfocar sus objetivos hacia un bienestar colectivo que responda a las necesidades de la sociedad.
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