Las urbes de las cortinas cerradas

En Damgan, una encantadora villa costera de Bretaña, Francia, ha surgido una iniciativa colorida y simbólica: las persianas de las casas están siendo pintadas en tonos vivos como rojo, azul y verde, en lugar del blanco tradicional. Este cambio, aclamado por el alcalde Jean Marie-Labesse, no es solo un intento estético; refleja los desafíos que enfrenta esta localidad, que se ha convertido esencialmente en un pueblo de vacaciones, con muchas de sus ventanas cerradas durante gran parte del año.

Este nuevo enfoque se inscribe en una más amplia preocupación sobre el impacto del turismo y las segundas residencias. En Damgan, un abrumador 74% de los inmuebles son segundas residencias, lo que ha llevado a que muchos hogares permanezcan vacíos, creando una imagen de estancamiento y desánimo durante gran parte del año. Los datos revelan que de las aproximadamente 4.000 viviendas, 3.000 son utilizadas sólo de manera ocasional, resultando en un drástico aumento de la población estacional, que pasa de 1.900 residentes en invierno a 30.000 en verano.

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La situación plantea una serie de retos para la comunidad, como la sostenibilidad de servicios básicos —incluyendo escuelas— que ven amenazada su viabilidad debido a la escasez de residentes permanentes. En 2014, cuando Labesse asumió la alcaldía, se registró un solo nacimiento, lo cuestiona la viabilidad de mantener ciertos servicios en la localidad.

La presión sobre el mercado inmobiliario también es notable, con trabajadores locales que se ven obligados a buscar alojamiento en áreas distantes debido a la falta de opciones asequibles. Un carpintero de la región destaca cómo los buenos ingresos no son suficientes para encontrar vivienda en Damgan; “Los trabajadores no pueden vivir aquí; tienen que irse a 20 km. Nos estamos convirtiendo en un pueblo para personas mayores”, señala.

Este fenómeno no se limita a Damgan, sino que también afecta a otros destinos turísticos en Francia y más allá, con aproximadamente 3,2 millones de segundas residencias en el país, lo que complica aún más la búsqueda de vivienda estable para los trabajadores. Regiones turísticas como Languedoc-Roussillon y Provenza-Alpes-Costa Azul ven porcentajes de vivienda vacacional que rondan el 14%.

El problema de las segundas residencias se extiende inclusive a otros países, como el Reino Unido y España, donde se observa que en ciudades como Londres, las autoridades han comenzado a tomar medidas enérgicas para regular las casas vacías. En España, destinos como Ibiza y Formentera enfrentan cifras alarmantes, con miles de propiedades que permanecen vacías durante la mayor parte del año.

La situación en Damgan ilustra de manera incisiva los problemas derivados del desbalance entre la vivienda destinada a uso estacional y permanente. El panorama invita a reflexionar sobre la sostenibilidad de las comunidades que dependen del turismo y la importancia de encontrar un equilibrio que permita a los residentes locales vivir y trabajar en sus propias ciudades sin salir a buscar oportunidades en otros lugares.

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