España ha tomado la delantera en el debate sobre la oficialidad de ciertas lenguas regionales en el ámbito de la Unión Europea. Este viernes, el país solicitó a los ministros de la UE que no “secuestren o retrasen” el reconocimiento del catalán, el euskera y el gallego como lenguas oficiales. Sin embargo, esta petición no ha logrado convencer a los 27 Estados miembros reunidos en Bruselas, quienes decidieron una vez más aplazar la votación sobre este asunto crucial.
Fernando Mariano Sampedro Marcos, secretario de Estado para la Unión Europea, enfatizó que “todos los Estados miembros saben lo importante que es esta iniciativa para España” y subrayó que se trata de erradicar una forma de discriminación lingüística. Además, apuntó que “si España está dispuesta a cubrir los costes, ¿cuál es el problema?” Este punto fue parte del intento por acelerar el reconocimiento de las lenguas, pero el Ejecutivo español se encontró con una respuesta reacia de varios ministros europeos.
El ministro de Exteriores de Luxemburgo, Xavier Bettel, destacó que “no es el momento adecuado” para avanzar en esta cuestión. En su discurso, planteó que, aunque comprende la importancia del multilingüismo para los españoles, hay otros asuntos que requieren atención prioritaria, como la reciente dificultad en alcanzar un consenso respecto a las sanciones impuestas a Rusia. “Aún no somos capaces de tomar decisiones sobre Israel ni alcanzar un alto el fuego en Palestina, ¿pero sí vamos a aprobar el gallego, el euskera y el catalán?”, cuestionó, evidenciando la complejidad del panorama político actual.
Francia también expresó sus reservas al respecto. El ministro de Asuntos Europeos, Benjamín Haddad, solicitó más claridad de España sobre los aspectos políticos, jurídicos y económicos que implica el reconocimiento de estas lenguas. Estos comentarios sugieren una falta de consenso y apoyo suficiente dentro de la UE para avanzar con la oficialidad de las lenguas mencionadas.
Dada la histórica y cultural importancia de estas lenguas para sus comunidades, el debate se traduce en un dilema significativo sobre identidad, reconocimiento y la capacidad de la Unión Europea para manejar asuntos lingüísticos junto con crisis internacionales apremiantes. En este contexto, el camino hacia la oficialidad se presenta incierto, aunque el clamor por el respeto a la diversidad lingüística se mantiene fuerte en el país.
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