El miércoles por la noche, se llevaron a cabo nuevas pruebas en la icónica Calçada da Glória de Lisboa, apenas dos semanas después del trágico accidente del ascensor que dejó un saldo devastador de 16 fallecidos. Este siniestro, que ha conmocionado tanto a la población local como a turistas de diferentes países, ocurrió el 3 de septiembre, cuando el vehículo se descarriló y se estrelló contra un edificio, resultando en la muerte de ciudadanos de diez nacionalidades distintas.
Los operativos de la Policía Judicial, junto con servicios de emergencia y de transporte público, se encontraban en la escena desmantelando el cable del funicular para su preservación como parte de la investigación oficial. Los hallazgos preliminares de la Oficina de Prevención e Investigación de Accidentes Aéreos y Ferroviarios (GPIAAF) indican que la ruptura de una pieza crítica del sistema de cableado fue la principal causa del desastre. Con las pruebas recientes, los investigadores se centran en determinar las circunstancias que llevaron a la falla del material que provocó el descarrilamiento.
En 2025, se ha intensificado el debate sobre la seguridad de los transportes públicos históricos de Lisboa, un sistema que es tanto parte del encanto de la ciudad como un medio vital de transporte. Las autoridades, tras el accidente, suspendieron otros tres funiculares de la ciudad para garantizar la seguridad de los pasajeros mientras se realizan nuevas inspecciones. Este llamado a un análisis más riguroso surge no solo por la magnitud del accidente, sino por la historia de estos transportes, que han sido testigos del crecimiento y cambio en Lisboa a lo largo de los años.
La conmoción se ha visto acentuada por la identificación de las víctimas. Entre los fallecidos, además de once ciudadanos extranjeros, se encontraban cinco portugueses, incluidos cuatro trabajadores de la Santa Casa da Misericórdia. La tragedia también se llevó la vida de André Marques, un guardafrenos de 40 años que estaba desempeñando su labor al momento del accidente. En homenaje a su memoria, el tranvía que lleva su nombre ha sido reintegrado al servicio por la empresa Carris, que asegura haber seguido todos los protocolos de mantenimiento antes del accidente.
En la mañana del incidente, el ascensor había pasado una revisión rutinaria y había sido aprobado para su operación, lo que deja en evidencia las serias cuestiones sobre la fiabilidad de los sistemas de transporte. La investigación continua, buscando respuestas que no solo proporcionen justicia a las víctimas y sus familias, sino que también devuelvan la confianza al público en la seguridad del transporte urbano de Lisboa.
Esta trágica serie de eventos plantea un imperativo claro: la seguridad debe ser la máxima prioridad en todos los niveles del transporte público, especialmente en sistemas tan emblemáticos y arraigados en la cultura local.
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