La presidenta Claudia Sheinbaum se ha encontrado ante un dilema internacional significativo: decidir si felicitar o no a María Corina Machado, la opositora venezolana que fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025. Su decisión de guardar silencio no se interpretó solo como una omisión diplomática, sino como una declaración política clara.
Para gran parte de la prensa internacional, su falta de pronunciamiento reafirmó la continuidad ideológica con el lopezobradorismo, una actitud que combina una prudencia selectiva y una afinidad con regímenes de izquierda autoritaria. En el contexto mexicano, varios periodistas la criticaron por lo que consideraron una tibieza moral, acusándola de subordinar los principios universales de libertad y derechos humanos a intereses políticos internos. Este grupo, predominantemente antimorenista, se alinea con las trayectorias políticas del PRI y del PAN, cuestionando continuamente la continuidad de la Cuarta Transformación.
El dilema enfrentado por la presidenta es complejo. Felicitar a Machado habría implicado, en términos diplomáticos, reconocer a la principal resistencia contra Nicolás Maduro. A diferencia de otros laureados con el Nobel de la Paz, Machado representa una figura política activa y desafiante ante el bloque de gobiernos como los de Caracas, La Habana y Managua, que ha encontrado un apoyo en Morena.
Optar por un mensaje general, como “México celebra a quienes defienden la libertad y la democracia por medios pacíficos”, habría sido interpretado dentro de Morena como una provocación. Para la facción más radical del partido, que incluye gobernadores como Rocío Nahle y Layda Sansores, cualquier referencia a la “democracia” en relación con un régimen aliado podría haberse visto como una traición simbólica al legado de Andrés Manuel López Obrador y a la retórica antiimperialista que aún une a su base.
El costo del silencio ha resultado ser doble: a nivel internacional se interpretó como una subordinación política, mientras que, internamente, se consideró como una prudencia necesaria. La decisión de no pronunciarse se debió a una necesidad estratégica. Su posición está determinada por el delicado equilibrio dentro de Morena: un ala ortodoxa que protege la pureza ideológica de la Cuarta Transformación y un grupo pragmático que prioriza resultados sobre gestos éticos.
Felicitar a Machado podría haber irritado a los primeros y generado entusiasmo entre los segundos. Guardar silencio ha logrado mantener la paz interna, pero ha hecho que Sheinbaum parezca cautiva de su propia coalición.
Claudia Sheinbaum navega en un entorno político frágil: alejarse del lopezobradorismo podría fracturar a Morena, mientras que permanecer atada a él podría costarle autoridad internacional y credibilidad democrática. En este momento, su capacidad de acción está limitada. Los gobernadores y legisladores que respaldan su carrera política y lealtad a AMLO son aún claves en su ascenso. La verdadera libertad política para ella llegará cuando los próximos candidatos de Morena, que competirán en 2027, le sean leales y no al fundador del partido. Solo entonces podrá ejercer su gobernanza con autonomía, sin titubeos. Este momento crítico marcará el cambio cuando Morena deje de mirar a Palenque y comience a enfocarse en Palacio Nacional. Hasta ese entonces, la presidenta deberá maniobrar dentro del estricto margen que le permitió el hombre que catapultó su carrera hasta la presidencia.
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