En el vertiginoso universo del capital, las señales de advertencia a menudo se enmascaran en números que circulan con sutileza en los reportes trimestrales. La narrativa del sector tecnológico podría asemejarse a una “Crónica de una muerte anunciada”, donde todos parecen conscientes del desenlace inminente, pero la acción se diluye en una euforia colectiva que distrae la mirada del riesgo evidente.
Las grandes tecnológicas están desbordando sus presupuestos, con las cifras combinadas de Capex y I+D de las principales empresas del Nasdaq alcanzando la asombrosa cifra de 420,000 millones de dólares en el último año, lo que representa un crecimiento del 19% interanual y un récord histórico. De este total, cerca de 160,000 millones están destinados a la creación de infraestructura física, como centros de datos y redes de computación, enfocándose principalmente en potenciar capacidades de inteligencia artificial generativa.
Esta monumental inversión está en manos de un selecto grupo de gigantes: Microsoft, Amazon, Alphabet, Meta y Apple controlan el 76% del Capex total. En el campo de los semiconductores, NVIDIA, Broadcom y AMD lideran la inversión en I+D, acumulando más de 40,000 millones de dólares en los últimos 12 meses. La necesidad de mantener una ventaja competitiva y capitalizar la creciente demanda por computación acelerada está impulsando este gasto, donde el temor a la disipación del impulso en inteligencia artificial se siente palpable.
Lo que antes se interpretaba como una fortaleza imbatible comienza a suscitar inquietudes. La preocupación no radica tanto en el volumen absoluto de las inversiones, sino en la dependencia de proyecciones de ingresos que, si no se materializan, podrían dejar a las empresas con una estructura de costos insostenible. Con un ecosistema cada vez más interconectado y basado en una narrativa común de crecimiento, los flujos de inversión entre empresas como OpenAI y gigantes como Microsoft y NVIDIA crean un entramado de riesgos que se amplifican mutuamente.
Un ejemplo crucial de esta dependencia es el vínculo entre OpenAI, valorada en 500,000 millones de dólares, y otros actores clave, donde las expectativas de crecimiento se entrelazan de tal manera que un fallo de un componente podría llevar a una reacción en cadena. NVIDIA ha anunciado planes para invertir hasta 100,000 millones en OpenAI, mientras que Oracle ha establecido un contrato de nube de 300,000 millones. Esta arquitectura circular carece de anclajes sólidos en resultados tangibles, configurando un panorama que recuerda a la narrativa de la película “Don’t Look Up”, donde el mundo prefiere ignorar las advertencias.
El verdadero riesgo no es un cataclismo repentino, sino la posibilidad de que las proyecciones de ingresos por inteligencia artificial no se cumplan o que los márgenes de ganancia comiencen a reducirse ante la competencia creciente, la regulación y el aumento de costos energéticos. Un posible ajuste podría ser sistémico, afectando no solo a startups dependientes de narrativas, sino también a gigantes que financian estas iniciativas.
La analogía con Ícaro es evidente; al perseguir el sol de la innovación, las tecnológicas podrían olvidar la fragilidad de sus estructuras. Al construir centros de datos con un consumo energético superior al de pequeños países y al despilfarrar miles de millones en capacidades futuras, están en riesgo de ser arrastradas por la inevitable caída de una euforia que, aunque parece interminable, no siempre es sostenible.
Actualmente, las cifras aún respaldan la narrativa de crecimiento: los ingresos siguen en aumento, los márgenes resisten y los inversores continúan comprando el sueño tecnológico. Sin embargo, las primeras grietas son visibles. Las decepciones en los márgenes de empresas como AMD e Intel, junto con la débil guía de algunas firmas de software empresarial, son signos de que la euforia puede estar superando a la realidad.
La historia, aunque no siempre se repite, ofrece lecciones cruciales. Con las interrelaciones y los incentivos trazados, la pregunta más apremiante no es si se avecina un colapso, sino si esta vez habrá quienes decidan mirar hacia arriba y enfrentar la realidad que se aproxima.
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