Dos grandes cruceros se han convertido en hoteles flotantes en el puerto de Outeiro, una tranquila localidad en la Amazonía brasileña, donde más de 50,000 personas se reunirán a partir del lunes para la conferencia climática de la ONU, la COP30. Este evento, que se espera atraiga a delegados de todo el mundo, ha transformado el puerto fluvial de Belém, una ciudad de 1,4 millones de habitantes, muchos de los cuales residen en favelas.
Los cruceros, que tienen capacidad para recibir a 6,000 personas, llegaron desde Europa para abordar la escasez de alojamiento en la región, dado que los hoteles locales ya estaban completamente reservados. Sin embargo, algunos delegados han expresado su descontento con las pequeñas dimensiones de los camarotes, así como con la distancia de 20 kilómetros entre el puerto y el lugar de la conferencia, que requiere un trayecto de 45 minutos en autobús.
A pesar de estas quejas, hay quienes ven esta situación como una oportunidad única. “En la mayoría de las conferencias nos alojamos en hoteles o apartamentos”, comentó Bereng Mokete, un funcionario de Lesoto. “Queríamos algo diferente”. Su expectativa es que esta experiencia sea memorable.
Los preparativos para recibir a los MSC Seaview y Costa Diadema han requerido inversiones significativas. Las mejoras en el puerto de Outeiro costaron casi 45 millones de dólares, y los residentes locales han celebrado la modernización de la infraestructura, que incluye un nuevo puente y calles arregladas. Sin embargo, grupos ambientalistas han señalado la contradicción de que estos cruceros, considerados grandes emisores de carbono y contaminantes, sean el medio de alojamiento para los delegados que buscan soluciones para preservar el planeta.
La decisión de celebrar la COP30 en Belém fue defendida por el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien destacó la importancia simbólica de la Amazonía en la lucha contra el cambio climático. “Los delegados podrían dormir bajo las estrellas”, comentó en un tono de desafío ante las críticas. Sin embargo, muchos optarán por alojarse en estos barcos.
A pesar de las quejas sobre el alojamiento, algunos delegados también han encontrado su propio modo de adaptarse. Michel Omer Laivao, del ministerio de Medio Ambiente de Madagascar, describió su experiencia como relativamente positiva, a pesar de haber tenido que recorrer distancias considerables para llegar al lugar de la conferencia. “Brasil quiere mostrar la Amazonía. Es algo hermoso”, añadió.
El costo de estos cruceros ha llegado a ser de hasta 600 dólares por habitación, aunque se han reservado tarifas más bajas para delegados de países en desarrollo, gracias a contribuciones de actores no gubernamentales. Rosandela Barbosa, directora del puerto estatal de Pará, ha argumentado que las mejoras realizadas en el puerto tienen un valor a largo plazo y contribuirán a un aumento en el turismo en el futuro.
Dentro de los barcos, los huéspedes están disfrutando de bares, restaurantes y piscinas, aunque los casinos permanecen cerrados, posiblemente para evitar distracciones que puedan interferir con el enfoque en la conferencia.
La COP30 en Belém ha generado un debate sobre el costo ambiental y social de los alojamientos elegidos, al tiempo que resalta la urgencia del diálogo global sobre el cambio climático en un contexto que, irónicamente, refleja multitud de contradicciones. Con los desafíos de sostenibilidad aún presentes, la espera por las soluciones prometidas comienza ahora.
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