Hong Kong lamenta a sus caídos.

Winnie Hui colapsó frente a las cámaras, su voz quebrada resonando con el dolor de una madre en duelo en el marco de una tragedia devastadora. “Mi bebé murió”, afirmó con lágrimas en los ojos, mientras se encontraba ante los edificios aún en llamas, más de 30 horas después del peor incendio en la historia reciente de Hong Kong. Su hija de seis meses, Ho Tsz-yan, había estado al cuidado de los abuelos durante la jornada laboral de sus padres.

Las palabras de Winnie relatan la agonía de recibir la última llamada de su suegra a las 15:02 del pasado miércoles. “Había mucho humo afuera y estaban intentando escapar a un apartamento más seguro”, dijo. Pero esa fue la última vez que tuvo noticias de su familia. Los cuerpos de un bebé y un adulto fueron hallados en el piso 21 del complejo arrasado.

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Al amanecer del jueves, los equipos de rescate seguían recuperando cuerpos de los edificios mientras otros revisaban las viviendas carbonizadas en busca de posibles sobrevivientes. La situación era crítica; el número de fallecidos había escalado a al menos 94, con decenas de personas aún desaparecidas.

La desesperación se esparcía en las redes sociales, donde Winnie compartía fotografías con la esperanza de que alguien reconociera a su hija o sus suegros en los refugios de supervivientes. “Han pasado casi 30 horas y sigo sin encontrar a mi bebé. Me temo que ya no hay esperanza”, lamentó otra madre en Facebook.

La historia de Chung, un hombre de 45 años, se entrelaza con el horror de esta tragedia. Su esposa quedó atrapada en el incendio y, tras horas de estar en contacto a través del teléfono, quedó en plena angustia al perder la comunicación mientras reportaba la densa acumulación de humo que la rodeaba, aumentando la sospecha de que podría no estar viva.

El siniestro arrasó un complejo de viviendas públicas compuesto por ocho torres de 31 plantas, donde habitaban cerca de 4,800 personas, muchas de ellas ancianas. Este entorno, con un 36% de sus residentes de 65 años o más, se convirtió en un lugar de horror y pérdida.

Aún se desconoce el origen del incendio, aunque las autoridades señalaron que su rápida propagación se debió a trabajos de renovación negligentes que se llevaban a cabo desde 2024. Los edificios estaban cubiertos por andamiaje de bambú y mallas, materiales que, al ser altamente inflamables, facilitaron la catástrofe. La presencia de poliestireno y redes plásticas también agrava la situación.

El líder del Ejecutivo, John Lee, anunció la inmediata sustitución de los andamios de bambú, un elemento tradicional en la arquitectura de la ciudad y que ha sido objeto de debate por sus implicaciones en la seguridad. El mismo día, se destinarían 300 millones de dólares de Hong Kong (aproximadamente 33 millones de euros) a ayudar a los residentes afectados. Al mismo tiempo, se desataba una ola de indignación popular, lo que llevó al gobierno local a iniciar una investigación criminal, resultando en la detención de tres personas vinculadas a la empresa responsable de las obras.

Esta tragedia, la más letal en Hong Kong desde la década de 1940, genera un debate sobre la seguridad de las viviendas públicas y la vigilancia de las normas de construcción, al tiempo que deja a la ciudad sumida en un profundo luto y un llamado urgente a la reflexión sobre la protección de su ciudadanía.

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