Un tren de pasajeros descarriló este domingo en el corazón de Oaxaca, generando una tragedia que dejó al menos 13 muertos y numerosos heridos, varios de ellos en estado grave. A bordo del tren se encontraban 250 personas, cuando la segunda locomotora se salió de la vía y arrastró al resto del convoy. Uno de los vagones cayó por un barranco de seis metros, mientras que otro quedó semisuspendido, dificultando las labores de rescate. Este incidente se suma a una serie de problemas que han aquejado las vías del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, que, junto con el Tren Maya, forma parte de la ambiciosa política del actual gobierno para recuperar el transporte ferroviario en México.
La presidenta Claudia Sheinbaum, que asumió la administración tras Andrés Manuel López Obrador, enfatizó la urgencia de atender a las víctimas y de llevar a cabo una investigación exhaustiva sobre las causas del descarrilamiento. La Fiscalía General de la República, junto con otros organismos, revisará la caja negra del tren y evaluará factores como la velocidad, los frenos y la conducción del maquinista, quien salió ileso del accidente.
Este catastrófico suceso no es un incidente aislado. En los dos años que lleva en funcionamiento el Corredor Interoceánico, se han registrado seis accidentes graves, siendo este el primero con consecuencias fatales. El día 20 de diciembre, otro tren en Chiapas se vio involucrado en un choque con un camión cisterna, aunque sin víctimas. Incidentes similares han ocurrido anteriormente, lo que ha hecho surgir críticas sobre la rapidez con la que se han construido estos proyectos, presuntamente impulsados por compromisos políticos.
El Corredor Interoceánico, que conecta el Atlántico y el Pacífico, fue diseñado como una alternativa al Canal de Panamá para el transporte de mercancías. Sin embargo, su desarrollo ha estado marcado por denuncias de irregularidades en las consultas con las comunidades afectadas, alegaciones de falsificación de firmas y una creciente oposición entre aquellos que sienten que su voz ha sido ignorada.
Por otro lado, los megaproyectos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico están en perfecta sintonía con el objetivo del gobierno de reactivar el sistema ferroviario mexicano, que había sido privatizado en los años 90. Según Sheinbaum, se contempla la construcción de 3,000 kilómetros de nuevas vías férreas para trenes de pasajeros durante su mandato, el doble de lo alcanzado en la administración anterior.
Las críticas en torno a la ejecución de estos proyectos suelen referirse a la falta de cumplimiento con las normativas ambientales y las tensiones sociales generadas por la construcción apresurada. Con un presupuesto programado inicialmente de 150,000 millones de pesos, el costo final del Tren Maya superó los 500,000 millones, suscitando interrogantes sobre la gestión de recursos y el impacto en las comunidades locales.
Mientras el gobierno se propone modernizar los sistemas de carga y recuperar el servicio de pasajeros, la cuestión de la seguridad y la transparencia en los procesos de consulta y ejecución permanece en la mira. La necesidad de garantizar la seguridad y la operación eficiente del Corredor Interoceánico será un desafío crítico para las autoridades ya que se enfrentan a la insatisfacción pública y la angustia de las familias afectadas por este trágico incidente.
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