Antes de levantar la fastuosa ciudad palatina de Medina Azahara, Abderramán III (891-961), el califa que convirtió Córdoba en la capital del nuevo imperio musulmán de Occidente en el siglo X, fundó otras cuatro urbes efímeras desde las que se hizo fuerte para acabar con las familias levantiscas que osaron retar el poderío de la dinastía de los omeyas.
Enclaves en los que residió con su corte, que contaron con alcázar, mezquita y zoco y le sirvieron como ensayo de Medina Azahara, el más hermoso ejemplo de la arquitectura de estilo califal de al-Ándalus. Los arqueólogos José Ángel Asensio y Virgilio Martínez Enamorado han descubierto la localización exacta de una de ellas: al-Yazira (la Isla), donde el califa se instaló para derrotar a los sublevados en Zaragoza.
Desde al-Yazira, en una de sus grandes aventuras bélicas, Abderramán III sitió durante cuatro años a los tuyibíes de Saraqusta (Zaragoza), que dominaban el valle del Ebro y querían liberarse de la autoridad cordobesa. Dos cronistas musulmanes relatan los hechos y los datan entre 934 y 937, pero nadie hasta ahora había ubicado esta ciudad campamental construida por el califa que se autotituló “Aquel que hace triunfar la religión de Alá”. Asensio y Martínez Enamorado han descubierto que al-Yazira estuvo en el cabezo de Miranda, un enclave a orillas del Ebro en el término municipal de Zaragoza y a siete kilómetros en línea recta de la basílica del Pilar.
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Los investigadores han identificado los cimientos de piedra de la mezquita, los restos de sus muros de tapial de barro y mantos de tejas árabes de más de medio metro que tienen la estratigrafía típica del derrumbe de un edificio de gran entidad que se produciría tras el abandono del campamento. También, restos de plantas de otros edificios. “Yo había estudiado la mezquita en los años noventa.
Entonces, los restos de la planta con sus tres naves estaban más visibles, pero no los había relacionado con al-Yazira. Es un gran edificio con capacidad para unas 350 personas, muy similar a otras mezquitas que se construyeron en Córdoba en la misma época, como la del Fontanar o la califal que está en el convento de Santa Clara. Hay también restos de una muralla de cuatro metros de ancho que cerraría la parte del cabezo que da al monte, porque lo que da al valle es un cortado de unos 50 metros de altura que no necesita defensa. Según los cronistas, había un alcázar y en la llanura estaban el campamento de los soldados y un zoco”, apunta Asensio.
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Los arqueólogos han realizado su estudio durante la pandemia y han publicado el resultado, titulado A las puertas de Zaragoza, el pasado 31 de mayo en la editorial gaditana La Serranía. A través de las casi 300 páginas de este trabajo, que incluye los textos árabes originales y sus traducciones, revisadas por Martínez Enamorado, los autores han seguido un proceso hipotético deductivo y han comprobado que “todo cuadra como la maquinaria de un reloj”, en palabras de José Ángel Asensio (Zaragoza, 52 años), doctor en Historia y especialista en arquitectura romana y de al-Ándalus.
En 2003, el estudioso publicó que la mayoría de los restos que se descubrieron en el cabezo de Miranda en la campaña de excavación de 1973 que dirigió Guillermo Fatás, que entonces se dataron como íberorromanos, son en realidad del siglo X.


