El Banco de México ha decidido realizar ajustes moderados a corto plazo en sus pronósticos de inflación, lo cual podría tener repercusiones significativas en la economía nacional. En su reciente anuncio monetario de noviembre, la institución mantuvo su proyección de la inflación general en 3.6% para el cierre del tercer trimestre, mientras ajustó ligeramente a la baja su expectativa para el último cuarto de 2025, ahora pronosticando un 3.5% en lugar del 3.6% previsto anteriormente.
El informe más reciente sobre inflación, correspondiente a la primera quincena de octubre, muestra una variación anual de 3.63%, y los expertos financieros encuestados por Citi anticipan una presión al alza, llevando el indicador a un 3.80%. A su vez, la estimación de inflación subyacente se ha incrementado, proyectando una variación de 4.1% para el último trimestre, superior al 4% que se esperaba en el anuncio de septiembre. Este componente es considerado por los economistas como “la inflación más pura”, pues predice las tendencias sin los impactos de los precios más volátiles.
Para el próximo año, Banxico ha elevado sus proyecciones de inflación a 3.5% y 3.2% para el primer y segundo trimestre, desde las estimaciones de 3.4% y 3.1% en septiembre, pero ha mantenido su meta de que la inflación alcance el objetivo del 3% para el tercer trimestre de 2026.
Es notable que los economistas no han identificado factores de presión al alza como los impuestos a productos de alta demanda, como refrescos y bebidas azucaradas, ni los aranceles a mercancías importadas de países sin tratados comerciales. Sin embargo, Carlos Capistrán, economista jefe para México y Canadá en Bank of America, prevé una inflación de 3.85% para el presente año y 3.59% para el siguiente, sugiriendo que el objetivo de inflación del 3% establecido para 2026 podría no cumplirse.
Por su parte, la economista de BNP Paribas, Pamela Díaz Loubet, estima que la inflación se ubicará en 3.90% este año y 3.60% en 2025, añadiendo que el Índice Nacional de Precios al Consumidor podría estar presionado por la política fiscal en los primeros meses de 2025; no obstante, no se esperan efectos secundarios significativos.
Díaz Loubet señala también que en un contexto de actividad económica debilitada, la política monetaria restrictiva podría no contribuir eficazmente a la reducción de la inflación. Propone que el proceso de desinflación dependerá de correcciones en precios relativos y de la normalización en los precios de servicios. Para alcanzar el objetivo de inflación, es crucial mantener expectativas bien ancladas y que la trayectoria de inflación hacia la baja sea creíble.
A medida que se desarrollan estos escenarios, la dirección de las políticas fiscales y monetarias será vital para enfrentar los retos económicos en un clima global incierto y desafiante.
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