En un giro inesperado en el competitivo mundo financiero de España, BBVA ha visto fracasar su oferta pública de adquisición (OPA) sobre Banco Sabadell, un movimiento que no solo repercute en su estrategia empresarial, sino que también arroja serias sombras sobre la ética interna del banco. Según informes recientes, la situación se complica aún más con la revelación de vínculos entre los actores clave de esta OPA y la polémica Operación Nelson, que involucró acciones cuestionables del banco en el pasado.
El protagonista de esta OPA fallida es Jordi García Bosch, el ejecutivo designado por BBVA para supervisar el proceso. Su papel no es ajeno a las controversias; García Bosch se ha visto implicado en la red de corrupción relacionada con el ex comisario Villarejo, y la investigación ha revelado correos electrónicos que indican su conexión con intentos de manipulación judicial durante el conflicto con Ausbanc. Según fuentes judiciales, el juez Antonio Piña ha dictaminado que los correos relacionados con García Bosch no pueden ser ocultados, lo que podría abrir la puerta a nuevas citaciones y reforzar las acusaciones de cohecho y falsedad documental.
El mercado había anticipado que BBVA podría adquirir entre el 30% y el 50% del accionariado de Banco Sabadell. Sin embargo, el resultado fue desalentador; BBVA no logró alcanzar ni el porcentaje más bajo de esta estimación, lo que pone fin a un proceso que había generado muchas expectativas. Como resultado, Sabadell podrá continuar su trayectoria de forma independiente, aunque ha tenido que deshacerse de su filial británica TSB en un negocio valorado en más de 3,000 millones de euros, inversión destinada a recompensar a sus accionistas.
BBVA, por su parte, no se detiene ante este revés. Carlos Torres, presidente del banco, mantuvo su enfoque en el futuro durante las declaraciones post-fracaso. El banco tiene planes concretos para fortalecer su reparto a accionistas, incluyendo una recompra de acciones cercana a 1,000 millones de euros y un dividendo histórico de 0,32 euros por acción. Estas acciones, argumenta BBVA, están alineadas con su plan estratégico, que tiene como meta distribuir 36,000 millones de euros a sus accionistas hasta 2028.
La OPA fallida de BBVA no solo está marcada por aspectos financieros, sino que la vinculación de García Bosch a la Operación Nelson resalta la complejidad de la situación. Esta operación, inicialmente concebida como una estrategia para proteger la reputación del banco tras una derrota judicial significativa contra Ausbanc, se transformó en un escándalo que devolvió a García Bosch al centro de la controversia. El contraste entre su papel como intermediario en aquel escándalo y su responsabilidad actual en la OPA de Sabadell plantea dudas sobre la ética y la transparencia dentro de la entidad.
La decisión judicial de mantener las comunicaciones internas en el caso Villarejo es un alivio para quienes buscan justicia en este entramado, pero un desafío para BBVA, que ha intentado durante años desvincularse de estas acusaciones. Con este estado de incertidumbre, la atención del mercado se centrará de cerca no solo en las estrategias financieras del banco, sino también en la evolución de estos escándalos que parecen seguir afectando su imagen y operaciones.
En un panorama donde la confianza es esencial, el BBVA se enfrenta a la necesidad de navegar entre expectativas empresariales y la sombra de sus propias decisiones éticas. La dirección futura del banco dependerá de su capacidad para reconciliar su legado con la urgencia de establecer un nuevo rumbo, limpio de pasados conflictos.
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