El nombre de Felipe Calderón, figura emblemática del sexenio pasado, ha resurgido de manera notable en el debate público, evidenciando su papel como un eficaz recurso comunicativo. En la actualidad, particularmente en el contexto del escándalo del huachicol fiscal y la inesperada detención de Hernán Bermúdez, su figura se ha convertido en un objeto de diatribas y críticas en redes sociales. El presidente actual ha usado esta estrategia para desviar la atención del complejo y grave escenario político que enfrenta el país, manipulando los recuerdos y sentimientos del electorado.
López Obrador logró que Calderón se convirtiera en el referente de la corrupción, eclipsando a Enrique Peña Nieto en el proceso. A pesar de que su campaña prometía erradicar la corrupción, al llegar a la presidencia desvió su atención a otros asuntos, eludiendo un examen exhaustivo de las irregularidades en las que funcionarios de su administración fueron señalados. En este sentido, recordar a Calderón le ha permitido a López Obrador no solo distanciarse de las figuras de la era priista, sino también justificar sus propias decisiones políticas.
Calderón ganó la presidencia en 2006 en un contexto electoral criticado por su falta de claridad. Esto lo llevó a implementar una política de seguridad que desencadenó una ola de violencia sin precedentes, la cual ha sido recurrentemente utilizada en contra de él, convirtiéndolo en un blanco fácil de ataques políticos. A su vez, el INE, como baluarte del proceso democrático, se ha visto afectado por esta narrativa en la que Calderón es presentado como el símbolo del pasado corrupto que necesita ser superado por la llamada Cuarta Transformación.
Sin embargo, es importante señalar que quienes apoyan la administración actual han aprovechado su figura para desviar la atención de temas candentes, como la corrupción que ahora se revela en las instituciones, especialmente en la Marina. La comparación de estos hechos con la corrupción del pasado provoca una tensión palpable en la sociedad, ya que la esperanza de un cambio rotundo en las prácticas corruptas prometidas por el actual gobierno parece no haberse cumplido.
Los recientes escándalos han puesto en evidencia niveles alarmantes de corrupción, a pesar de que México tiene un historial problemático en este aspecto. La polarización que se deriva de este contexto se intensifica y empieza a alcanzar niveles peligrosos, facilitada por las plataformas digitales, que amplifican las divisiones sociales.
El hecho de que no se hayan presentado cargos contra Calderón y que su figura continúe siendo objeto de ataques demuestra un desvío de la atención sobre los problemas actuales y graves que enfrenta el país. Es un recordatorio de que la mirada hacia el pasado puede nublar la capacidad de reconocer y abordar las crisis presentes, avanzando hacia un punto de ruptura que puede resultar irreparable.
La información presentada aquí corresponde a la fecha de publicación originalmente referida, vinculada con el contexto específico del año 2025. A medida que la política y la sociedad mexica enfrentan sus desafíos, la importancia de mantener un enfoque crítico y claro permanece más vigente que nunca.
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