En un mundo donde el cambio climático se ha convertido en un tema cotidiano en numerosas disciplinas científicas y en el debate público, la forma en que lo abordamos refleja dinámicas socioeconómicas, culturales y políticas complejas. En este marco, las ideas del antropólogo Marc Augé sobre los "no lugares" permiten comprender cómo los ecosistemas han sido transformados en meras etapas para las grandes multinacionales y los Estados, donde la interacción humano-naturaleza se ha convertido en un constante tránsito marcado por las reglas del capitalismo contemporáneo.
En las últimas seis décadas, la creciente gravedad del cambio climático ha propiciado la aparición de narrativas diversas que buscan dar sentido a esta crisis y proponer estrategias efectivas para su gobernanza. A nivel nacional e internacional, el debate se ha intensificado en torno a cómo mitigar y adaptarse a las devastadoras consecuencias del cambio climático. Conceptos como el "Antropoceno" han surgido para describir el impacto humano en el planeta, poniendo de relieve la necesidad urgente de reflexionar sobre nuestro papel y responsabilidad en esta crisis.
Un estudio reciente ha identificado tres narrativas clave en el campo del cambio climático: el ecologismo apocalíptico, el capitalismo verde y el decrecimiento. Estas narrativas presentan una dicotomía que refleja la intensa competencia entre diferentes enfoques para abordar la problemática climática y promover acciones efectivas.
Ecologismo apocalíptico: Advierte sobre un colapso inminente y la necesidad de implementar políticas radicales para contrarrestar el cambio climático y sus efectos devastadores.
Capitalismo verde: Surgido en la década de 1980, se asocia con metanarrativas como el desarrollo sostenible y la economía verde, buscando conciliar el crecimiento económico con prácticas más responsables desde el punto de vista ambiental.
- Decrecimiento: Aunque ha generado un impacto intelectual considerable, aún no ha logrado convertirse en una alternativa política efectiva, siendo opacado por la narrativa predominante del progreso y el crecimiento continuo.
La crisis global de 2008 puso en evidencia la debilidad del sistema neoliberal en la gestión de recursos naturales y en la falta de estrategias efectivas para mitigar el impacto ambiental, aunque los problemas de sobreproducción y sobreexplotación ya eran bien conocidos. De hecho, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático advirtió en 2021 sobre la inevitabilidad de superar el umbral crítico de 1.5 ºC, una realidad que se materializó en 2024.
Reconocer la diversidad de narrativas no es solo un ejercicio académico, sino una herramienta fundamental para entender los argumentos que sustentan a los actores políticos y sus implicaciones éticas. Por ejemplo, los programas de financiación para países en desarrollo, especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático, pueden depender de visiones narrativas que proyectan distintos modelos económicos.
Las preguntas sobre la responsabilidad en el cambio climático son cruciales. ¿Qué ser humano ha causado el problema y dónde? La disparidad entre las emisiones de países industrializados como Alemania, que emitió 681,81 millones de toneladas de CO₂ equivalente en 2023, y naciones en desarrollo como Argelia, con 256,79 Mt, pone en evidencia la complejidad detrás de las narrativas climáticas.
La narrativa del capitalismo verde no aborda adecuadamente las desigualdades globales y la responsabilidad histórica en las emisiones. Sin embargo, es esencial criticar cualquier enfoque que despolitice el cambio climático, desviado el foco de la gestión hacia meras consideraciones técnicas o económicas, lo que impide un análisis profundo de los factores estructurales del capitalismo contemporáneo.
En este contexto, la división en torno a cómo entendemos el cambio climático se centra en dos visiones contrastantes: por un lado, el capitalismo verde, que busca soluciones dentro del mismo modelo de explotación contemporáneo; por otro, el decrecimiento, que desafía este modelo y busca alternativas que puedan tener en cuenta las realidades de justicia global y reparación histórica.
Ambas narrativas son fundamentales no solo para movilizar a la sociedad, sino también para replantear el debate acerca del cambio climático en un mundo globalizado, donde se deben forjar nuevas formas de respuesta que se desprendan de los discursos dominantes. Es necesario abrir paso a narrativas que reflejen otras experiencias y estrategias, desafiando la visión hegemónica y proponiendo formas innovadoras de abordar esta crisis subsistente.
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