En un contexto donde más de 50 millones de personas en México carecen de acceso a servicios de salud adecuados, surge el programa Salud Casa por Casa, implementado por la presidenta Claudia Sheinbaum. Esta iniciativa ha marcado un antes y un después en la atención médica pública, llevando médicos, enfermeras y medicamentos directamente a las viviendas de personas mayores y con discapacidad. Aunque su calidad pueda ser objeto de críticas cuando se le compara con hospitales privados, su propósito es claro: ofrecer atención y dignidad a quienes no cuentan con ningún tipo de cobertura médica.
Históricamente, México ha enfrentado serios desafíos en el ámbito de la salud pública. Si bien se han hecho intentos en el pasado, como el IMSS-Coplamar en los años 70, nunca se había desarrollado una estrategia nacional con la ambición y enfoque preventivo del programa actual. Con el fracaso del Seguro Popular y del INSABI, el vacío que Salud Casa por Casa intenta llenar cobra aún más relevancia.
Desde su implementación, hasta el 1 de julio, este programa ha censado a más de 9 millones de personas y ha realizado más de 800,686 visitas médicas domiciliarias, llevando con ello un historial clínico completo a aquellas personas que antes vivían al margen del sistema. Operando en los 32 estados, la cantidad de visitas realizadas varía considerablemente. Por ejemplo, Michoacán ha reportado más de 52,000 visitas, mientras que Nayarit ha alcanzado las 12,000. Sin embargo, la falta de cifras claras en muchas entidades obstaculiza la evaluación de su efectividad y cobertura real.
La lógica detrás de este modelo es preventiva: busca detectar enfermedades antes de que se agraven, promover la canalización de casos graves y reducir hospitalizaciones innecesarias. Además, actúa como un sistema de vigilancia epidemiológica, tal como lo evidenció la detección de un brote de sarampión en Chihuahua. Para muchos, representa la única forma de recibir atención médica continua.
A pesar de los avances, el programa enfrenta serios desafíos. El personal médico se encuentra sobrecargado, atendiendo hasta diez visitas por día, y muchas veces careciendo de los insumos necesarios. Además, no todos los trabajadores cuentan con la formación adecuada en atención domiciliaria o geriatría, lo que limita la calidad de la atención. Derivar a un paciente grave a un hospital puede resultar inútil si esos centros se encuentran saturados o desabastecidos.
Los recursos son otro aspecto crítico. Con un presupuesto de 7,000 millones de pesos asignado para 2025, surge la preocupación de que esto no sea suficiente para cubrir las necesidades de atención regular a 14 millones de personas. También se debe considerar la integración con las Farmacias del Bienestar, cuyo objetivo debería ser garantizar el suministro de medicamentos, algo que aún está en proceso.
Las dificultades logísticas son palpables, con áreas a las que les resulta complicado acceder debido a caminos en mal estado o a la inseguridad que obstruye el trabajo de las brigadas. Además, no todos los domicilios registrados en el padrón del Bienestar están actualizados, lo que añade denegación a la complejidad del proceso.
Salud Casa por Casa representa un esfuerzo significativo, tratando de corregir décadas de abandono en la atención médica. No obstante, su éxito dependerá de la capacidad de adaptación y superación de los obstáculos que enfrenta, además de su articulación con un sistema hospitalario que aún muestra debilidades considerables. Hasta ahora, este programa está dando pasos hacia un sistema más inclusivo, pero necesita tiempo y recursos para ser verdaderamente eficaz en el largo plazo.
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