La economía de América Latina y el Caribe se proyecta para crecer un 2.4% este año y un 2.3% el siguiente, según lo revelado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Esta cifra representa la segunda revisión al alza de las proyecciones, un ligero incremento que refleja un entorno internacional más favorable que el anticipado en meses previos. En agosto, las estimaciones se situaban en un avance del 2.2%, y en abril, la proyección inicial era de un crecimiento del 2%.
A pesar de esta revisión positiva, la CEPAL advierte que el diagnóstico subyacente sigue siendo preocupante: la región enfrenta un contexto de baja inversión, productividad limitada y mercados laborales poco dinámicos. Los niveles de desigualdad permanecen elevados, lo que plantea desafíos significativos para el desarrollo económico y social.
El informe subraya que, para mejorar la situación económica, es crucial implementar una transformación productiva más acelerada, que no solo impulse el crecimiento y la productividad, sino que también diversifique las economías y genere empleos de calidad. A medida que se ajustan las proyecciones, se considera que el crecimiento externo se ha desacelerado, alejándose del impulso significativo de años pasados.
Además, las revisiones para este año están impulsadas por cambios en las condiciones externas, como los aranceles introducidos por Estados Unidos y las proyecciones de crecimiento para los principales socios comerciales de la región. Las expectativas de inflación se han visto alteradas, impactando las decisiones de política monetaria y los tipos de cambio en varios países.
Entre las economías que recibirán ajustes positivos se encuentran Brasil, Chile, Ecuador, México, Perú y Venezuela. La CEPAL estima que Brasil crecerá un 2.5% este año, mientras que México verá un incremento modesto del 0.6%. Chile se proyecta con un crecimiento del 2.6%, Colombia del 2.5% y Perú del 3.2%.
Estos datos resaltan un panorama complejo, donde los esfuerzos para dinamizar el crecimiento económico se cruzan con estructuras internas que limitan la capacidad de acción, como la disponibilidad de políticas fiscales y monetarias. En definitiva, el futuro de la economía en la región depende de un enfoque renovado que priorice la inclusión, la innovación y un desarrollo sostenible más equitativo.
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