Una espesa humareda negra ascendió este miércoles a las 19:00 GMT (1:00 p.m. en la CDMX) desde el tejado de la emblemática Capilla Sixtina, indicativa de que los 133 cardenales reunidos en el cónclave no lograron elegir al sucesor del papa Francisco, según constataron los periodistas presentes. Este evento marcó la primera votación y la correspondiente “fumata negra”, que dejó claro que todavía son necesarios más consensos para alcanzar la mayoría de 89 de 133 votos requeridos para la elección del nuevo pontífice.
Unas 50,000 personas congregadas en la plaza San Pedro del Vaticano observaron con atención la columna de humo que emergía de la pequeña chimenea de cobre situada sobre la capilla, el epicentro de este histórico proceso. Era previsible que la elección tomara más tiempo debido a las diferencias no resueltas entre los “bergoglistas” —seguidores del actual papa— y la facción conservadora que ha criticado el enfoque reformista del primer papa latinoamericano, centrado en los sectores más desfavorecidos.
La primera votación se llevó a cabo tres horas y quince minutos después del anuncio de “extra omnes”, una orden que permite a los cardenales entrar en la capilla y cerrar la puerta al mundo exterior durante la elección, un ritual que remonta sus raíces a la Edad Media.
Este año se presenta como un verdadero enigma, sin candidatos claros que se destaquen en el horizonte. La Capilla Sixtina ha sido preparada con hileras de mesas adornadas con telas de tonos marrones y rojos adornadas con los nombres de cada elector. La atmósfera es solemne: los cardenales, que no pueden tener acceso a internet ni a otros medios de comunicación, están dedicados a la sagrada tarea de elegir al nuevo líder de 1.400 millones de católicos.
Bajo la magnificencia de los frescos de Miguel Ángel, los purpurados votarán “en presencia de Dios”, una ceremonia acompañada de un estricto silencio. Cada cardenal escribe el nombre de su candidato en una papeleta que luego se deposita en un plato de plata y se coloca en una urna situada a la altura del famoso Juicio Final. Para garantizar el reconocimiento de los resultados, las papeletas se queman en un horno junto con productos químicos que dan lugar al característico color del humo.
Antes de iniciar este proceso, los cardenales prometieron mantener secreto el contenido de las deliberaciones y actuar “fielmente” en el papel de pontífice si fueran elegidos por designio divino. Con sus hábitos rojos, que simbolizan la sangre de Cristo, realizaron el juramento primero de manera colectiva y luego de forma individual ante el altar, colocando la mano sobre el Evangelio. El cardenal Pietro Parolin, figura de gran relevancia como exsecretario de Estado del papa Francisco, lideró la invocación en latín al Espíritu Santo: “Veni, Creator Spiritus”.
Los cardenales tienen previsto realizar múltiples votaciones a partir del jueves, distribuidas en dos sesiones matutinas y dos vespertinas. En una misa previa al cónclave, el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, exhortó a los cardenales a preservar la unidad de la Iglesia, especialmente en estos tiempos “difíciles, complejos y convulsos”.
La Capilla Sixtina se transformará en un lugar de acción y no de discursos, ya que cualquier interacción sobre candidaturas se dará en las comidas y reuniones en la residencia Santa Marta y otras áreas del Vaticano. Las elecciones recientes de Benedicto XVI y Francisco se resolvieron en un periodo de apenas dos días, y muchos cardenales se muestran optimistas en cuanto a una resolución rápida, aunque algunos anticipan que podría extenderse hasta cinco días.
Por otro lado, la imagen del papa Francisco como un líder “brillante, progresista y del pueblo” resuena en Roma, y muchos fieles temen que una elección conservadora no haga justicia a su legado. De hecho, el 80% de los cardenales que participarán en la decisión fueron nombrados por Francisco, lo que marca un potencial cambio significativo en la dirección futura de la Iglesia.
Cabe señalar que entre los candidatos más mencionados se encuentra el cardenal Parolin, junto con otras figuras como el italiano Pierbattista Pizzaballa, el húngaro Peter Erdo, el esrilanqués Malcolm Ranjith y el español Ángel Fernández Artime. Esta sucesión papal, cargada de expectación e incertidumbre, continúa desarrollándose en el corazón de una de las instituciones más antiguas y reverenciadas del mundo.
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