Una vez finalizada la ronda de preguntas, Canelo Álvarez pasó el micrófono a Terence Crawford. Este gesto estuvo acompañado de un breve intercambio de palabras en secreto, creando un momento de expectativa y curiosidad. Lo notable de la escena ocurrió cuando Crawford, tras haber despojado a Canelo de sus cuatro cinturones mundiales en un combate de 12 rounds, le devolvió estos prestigiosos títulos.
Este instante, sin embargo, generó confusión entre los aficionados ocasionales. Muchos de ellos asumen que el vencedor en una pelea se lleva automáticamente los títulos a casa; no obstante, el motivo detrás de la acción de Crawford es más que un simple acto de cortesía. Cada nuevo campeón está obligado a devolver los cinturones al campeón que ha sido despojado, ya que estos cinturones son personalizados y se conservan de forma indefinida.
Dentro de un tiempo, Crawford recibirá sus cinturones originales de cada organismo regulador de boxeo, los cuales llevarán su nombre, fecha y otros detalles que lo designan como el nuevo rey de la división de las 168 libras. Este procedimiento pone de manifiesto la tradición y el respeto que imperan en el boxeo, donde cada título representa no solo un logro deportivo, sino también una historia que está marcada por los nombres de quienes lo han ostentado.
En este contexto, la acción de devolver los cinturones resalta la importancia de la eticidad deportiva y la historia del boxeo, recordando a los aficionados que cada combate no es solo una contienda física, sino también un capítulo en la rica narrativa de este deporte. La entrega de los cinturones originales a Crawford es una formalidad que, además de reconocer su nueva posición, resalta la continuidad y el legado que los títulos representan en el mundo del boxeo.
La situación apunta a una dinámica de respeto y reconocimiento que va más allá del mero resultado de una pelea, encapsulando el espíritu del deporte y la camaradería entre los atletas que, a menudo, compiten en el cuadrilátero, pero mantienen un vínculo de respeto mutuo.
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