Mientras México busca ofrecer una solución pacífica a la creciente tensión entre Estados Unidos y Venezuela ante la ONU, dos buques petroleros con bandera de Liberia navegan por el golfo de México, alejándose de las costas de Veracruz. Su destino: Cuba, donde llevarán barriles de petróleo necesarios para atender una crisis energética que ha afectado al país caribeño durante meses. La misión, originada en la terminal de Pajaritos de Petróleos Mexicanos (Pemex), ha sido vista por Washington como un respaldo al régimen cubano, complicando aún más las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos.
La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ha defendido la acción señalando que las motivaciones son de carácter humanitario y citando un compromiso histórico de México con Cuba. A lo largo de los años, diferentes administraciones han mantenido lazos con la isla, incluso en contextos delicados como el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos. En sus conferencias, Sheinbaum ha reiterado que su gobierno actuará dentro del marco de la ley, y ha prometido transparentar los detalles sobre el envío de crudo en un futuro cercano.
Tradicionalmente, los envíos de hidrocarburos de Pemex a Cuba han sido habituales, aunque se ha registrado una disminución en las cifras recientes. Según reportes del Instituto de Energía de Texas, el último envío fue de 80,000 barriles. Sin embargo, la información precisa sobre estos movimientos sigue siendo opaca, lo que ha dado pie a críticas y cuestionamientos desde la oposición política. Algunos opositores han señalado que estos envíos resultan indignantes, especialmente en un contexto donde los mexicanos enfrentan alzas en los precios de la gasolina.
La situación se complica aún más por el contexto regional. México ha posicionado su papel como un intermediario clave ante la crisis entre Estados Unidos y Venezuela, un país bajo estricta vigilancia de la administración estadounidense por su supuesta vinculación con el narcotráfico. Bajo esta sombra, las relaciones entre México y Estados Unidos se han complicado aún más, en un tiempo donde el gobierno estadounidense ha recobrado la atención sobre América Latina.
Desde Washington, el envío de petróleo a Cuba ha sido interpretado como un desafío. Legisladores estadounidenses han enviado mensajes claros al gobierno de Sheinbaum, instando a reconsiderar su apoyo a regímenes que son vistos como dictatoriales. Especialmente en la dirección de Cuba y Venezuela, donde las tensiones geopolíticas se endurecen, la controversia sobre la cooperación energética podría tener repercusiones en el Tratado de Libre Comercio entre México y Estados Unidos.
Recientemente, un representante del Congreso expresó su preocupación sobre la posible violación del TMEC por parte de México, sugiriendo que las acciones del gobierno mexicano podrían ser motivo suficiente para revaluar el acuerdo en su revisión programada para 2026. Esto subraya la fragilidad de las relaciones binacionales, donde múltiples asuntos, como migración, seguridad y comercio, continúan siendo puntos potenciales de conflicto.
A medida que se desarrolla esta situación, el futuro de la cooperación energética entre México y Cuba y su impacto en las relaciones trilaterales se mantiene en el foco de atención, con implicaciones que podrían alterar significativamente el equilibrio político en la región. La respuesta de México a estas presiones externas será crucial para determinar no solo su posición en el continente, sino también la estabilidad interna en el contexto de un país que transita por desafíos económicos y sociales en este complejo panorama geopolítico.
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