Una escena solemne y profundamente simbólica marcó el inicio de los ritos fúnebres del papa Francisco, cuyo cuerpo fue trasladado este miércoles en procesión desde la residencia de Santa Marta hasta la majestuosa Basílica de San Pedro. El pontífice argentino, fallecido a los 88 años tras un derrame cerebral, fue acompañado en su último trayecto por un cortejo cargado de tradición, recogimiento y una tristeza palpable que se extendía desde la Ciudad del Vaticano hasta los fieles de todo el mundo.
La procesión, lenta y reverente, avanzó bajo el sol de Roma con un coro entonando salmos en latín, el repique de las campanas de la basílica y la presencia ceremonial de cardenales con sus birretes escarlata, sacerdotes, frailes portando velas, y los inconfundibles guardias suizos con cascos y alabardas. El cuerpo del papa descansaba en un ataúd abierto, sostenido sobre una plataforma de madera llevada por 14 portadores vestidos de negro, con guantes blancos.
“Queridos hermanos y hermanas, con profundo dolor acompañamos ahora los restos mortales de nuestro papa Francisco a la Basílica Vaticana”, declaró el cardenal Kevin Farrell, camarlengo y encargado de los asuntos del Vaticano durante este período de “sede vacante”. Su voz marcó el comienzo de una ceremonia que, más allá del protocolo, se vivió como una despedida global.
El funeral se celebrará el sábado por la mañana en la Plaza de San Pedro. La expectativa es que más de 200,000 personas acudan, incluyendo jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo. Confirmaron su asistencia líderes de potencias como Estados Unidos —con el presidente Donald Trump, a pesar de sus diferencias con el pontífice—, Francia, Alemania, Reino Unido, Ucrania, así como representantes de la Unión Europea y el presidente argentino Javier Milei.
Mientras Roma se prepara para despedir a uno de los papas más influyentes de los últimos tiempos, el cónclave que elegirá a su sucesor aún no tiene fecha definida, aunque se anticipa que no comenzará antes del 6 de mayo. Las casas de apuestas y los analistas ya apuntan nombres como el del cardenal filipino Luis Antonio Tagle o el italiano Pietro Parolin, aunque el consenso parece lejano aún.
En este intervalo sin papa, la Iglesia Católica entra en un tiempo de transición, custodiada por los rituales milenarios y la figura del camarlengo. Pero más allá del protocolo, lo que se impone es la imagen de miles de fieles y líderes unidos en torno a un legado que, a pesar de las controversias, deja una marca indeleble en la historia reciente del Vaticano.
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