El año 2025 ha dejado profundos retos para la economía mexicana, el empleo y la población en general. Aún resuena la expectativa de que el futuro traiga mejores noticias, pero la realidad sugiere que la tendencia de estancamiento iniciada en 2018 podría continuar, a menos de que ocurra un acontecimiento trascendental, similar a lo ocurrido en 1977 cuando el país descubrió importantes reservas petroleras y se transformó en exportador neto de crudo. La célebre frase de López Portillo, “debemos acostumbrarnos a administrar la abundancia”, quedó grabada en la memoria colectiva; sin embargo, cinco años después, una de las peores crisis económicas de la historia moderna estalló con fuerzas devastadoras.
El año 1982 marcó el inicio de la crisis de la deuda, llevando a México a convertirse en una de las economías más endeudadas, con una devaluación superior al 477% y una inflación que superó el 100%. El resultado fue una “década perdida” que dejó cicatrices profundas en la economía nacional. Durante el periodo de 1982 a 1988, la tasa media de crecimiento anual apenas alcanzó 0.21%, mientras que el crecimiento poblacional se colaba a un promedio anual de 2.25%. Consecuentemente, el país enfrentó un aumento en la pobreza, el desempleo y una creciente desigualdad.
La situación actual es sombría. Entre 2018 y 2024, la tasa media de crecimiento fue del 0.8%, colocándose entre los periodos más bajos desde aquellos años críticos. Aunque la inflación se estabilizó alrededor del 5% anual y la depreciación cambiaria fue mínima, la deuda pública creció de 10 a 20 billones de pesos en seis años, pasando del 46% al 51% del PIB. Para 2025, las proyecciones indicaban un crecimiento muy modesto, estimado entre 0.5% y -0.5%, lo que posicionó a México como la economía de menor crecimiento en la región.
Las perspectivas para 2026 no sugieren un panorama más optimista; las estimaciones más favorables apuntan a un crecimiento cercano al 1.2%. Es fácil tirar la culpa a factores externos: la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la revisión del Tratado de Libre Comercio, la pandemia y el conflicto en Ucrania. Sin embargo, no se puede ignorar que México no ha sabido capitalizar su ubicación geográfica ni la oportunidad de acercar cadenas de suministro, lo que ha afectado la inversión privada, que ha disminuido en un 7%. La inversión pública experimentó una contracción que supera el 22% en 2025.
Una diferencia clave entre los años 80 y la actualidad es el entorno inicial de la economía. La administración de Miguel de la Madrid heredó un país en crisis, mientras que el gobierno de 2018 tomó las riendas de una economía con un crecimiento del 2.0% anual y un déficit fiscal razonable del 2.3%. Aunque actualmente la deuda pública sigue en niveles manejables, ha crecido y, alarmantemente, se está utilizando para financiar gasto corriente y programas sociales. Este uso irresponsable puede convertirse en un riesgo que, de no manejarse, podría conducir a problemas de insolvencia y una profunda crisis fiscal.
Hoy, el legado del “cuatroteísmo” plantea serias preguntas sobre el futuro de la economía mexicana. Si bien el país ha enfrentado múltiples adversidades, aún hay tiempo y espacios para repensar estrategias y volver a encauzar el crecimiento económico. Sin embargo, las decisiones y acciones deben tomarse con urgencia.
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