Thao Phuong fue una niña balsera. Así llamaron (boat people) a los vietnamitas que huyeron de su país en los años posteriores a la guerra. Nació en 1979 y cuando tenía apenas ocho meses, sus padres emprendieron un viaje en busca de una vida mejor. “Fuimos refugiados. No es algo de lo que ellos hablen mucho, solo me han contado que lloraba todo el rato”, relata. Su primer destino fue un centro de detención de inmigrantes en Malasia. Finalmente, se trasladaron a Melbourne, la capital de Australia. Allí creció y vivió hasta que, con 17 años, regresó por primera vez junto con sus progenitores a Vietnam.
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Aquel viaje fue su primera reconexión con sus raíces de las que nunca se había desprendido del todo. “Todos los fines de semana, mis padres me llevaban a una escuela vietnamita para aprender el idioma. Yo no quería ir a clase los sábados, pero ahora se lo agradezco”, reconoce. Hablar la lengua materna le ha permitido después hacer muchos más viajes de ida y vuelta. Y su identidad dual, al sentirse de dos lugares, alimentó su curiosidad por conocer las distintas culturas.
Durante su infancia, Phuong también desarrollo su pasión por los textiles. “Mi madre era costurera y tenía el taller en el patio de casa. Recuerdo estar rodeada de patrones y telas. Y jugaba a vestir a mis muñecas”. Cuando llegó el momento, se matriculó en la escuela de moda y después consiguió su primer trabajo en una firma nacional. “Aprendí que para diseñar no solo tienes que saber dibujar, sino también hacer patrones, coser, encajar las prendas…”. Cuando se sintió lista, lanzó su primera colección propia en Australia. “Fue un momento muy especial”, asegura. Y fue el inicio de otro gran viaje.
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Pese al valor cultural de la artesanía textil vietnamita, las indígenas que atesoran el conocimiento ancestral del tejido son de vida humilde. “Las hijas ya no quieren aprender las técnicas de sus madres y abuelas porque creen que no van a ganar nada. Y piensan que si se marchan a la ciudad, tendrán más oportunidades. Eso las convierte en blanco fácil de mafias e incluso familiares que las engañan prometiéndolas empleos cuando en realidad las someten a matrimonios forzados, las explotan, las prostituyen o incluso las obligan a pasar drogas a otros países”, detalla.
Después de 20 años de exitosa carrera, Phuong concluyó que trabajando como diseñadora en la industria de la moda no solucionaba nada. “Quería hacer algo para cambiar. Me sentí una privilegiada al conocer las historias de las víctimas de tráfico humano. Y no podía seguir contribuyendo con los valores de una industria que despreciaba los conocimientos de producción artesanal de las tribus”. Cuanto más compartía estas reflexiones, más personas encontraba interesadas en conocer a estas mujeres y aprender sus técnicas, tejidos, tintes… “Y vi la conexión entre la gente de mi círculo y las indígenas”. Así nació su proyecto TextileSeekers (buscadores de textiles) en noviembre de 2019.







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