En las últimas décadas, el crecimiento del PIB se presentaba como el principal indicador del progreso de una nación. Sin embargo, esta percepción ha comenzado a ser cuestionada. Cada vez más economistas sugieren que, a pesar de reportes económicos positivos, muchas personas no tienen acceso a servicios básicos esenciales. Esta desconexión entre los indicadores macroeconómicos y la realidad cotidiana ha llevado a replantear el concepto de desarrollo.
El Índice de Desarrollo Humano (IDH), impulsado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), propone un enfoque más integral. Este índice considera no solo el crecimiento económico, sino también factores cruciales como la salud, la educación y los ingresos de los individuos. En su Informe sobre Desarrollo Humano 2025, titulado “Un llamado a decidir: personas y posibilidades en la era de la Inteligencia Artificial”, el PNUD destaca que, a pesar de una recuperación económica, el avance en desarrollo humano ha sido más inestable de lo esperado, señalando que durante la pandemia los progresos se frenaron significativamente.
Si se excluyen los años de crisis provocada por la pandemia, el crecimiento proyectado del IDH global para 2024 es el más bajo registrado desde 1990. No hay excepciones: todas las regiones del mundo experimentan una especie de pausa en su avance. Este contexto exige un análisis más profundo sobre el futuro que estamos construyendo.
En América Latina, las huellas dejadas por la pandemia aún son visibles en el sistema educativo. Muchos niños dejaron de asistir a clases, jóvenes interrumpieron sus estudios y familias priorizaron necesidades inmediatas. Aunque ha habido algunos avances desde la caída entre 2019 y 2021, la región aún lucha por retomar el camino de crecimiento anterior, presentando signos de estancamiento que revelan debilidades estructurales.
México se encuentra en una encrucijada. Según el Informe del PNUD, el país ocupa el puesto 81 de 193 en el ranking global de desarrollo humano, con un IDH alto. La esperanza de vida en México es de 75.1 años, con una expectativa de escolaridad de 14.5 años y un promedio de escolaridad de 9.3, que sobrepasa ligeramente el promedio de la región. Los ingresos per cápita son otro punto a favor, alcanzando los 21,813 dólares (PPA 2021), superior al promedio regional de 18,048. Sin embargo, persisten retos notables en salud y en la garantía de trayectorias educativas completas para las nuevas generaciones.
Mientras el país enfrenta estas brechas sociales, la inteligencia artificial, que antes parecía un problema del futuro, ha llegado. Esta tecnología está transformando el ámbito laboral, reconfigurando la forma en que aprendemos y modificando nuestras interacciones cotidianas. Una encuesta realizada para el Informe revela que siete de cada diez personas creen que la IA incrementará su productividad, y dos tercios prevén utilizarla en sectores como salud, educación o empleo en el próximo año.
La adopción de la inteligencia artificial para impulsar el desarrollo humano en México no puede basarse solo en entusiasmo. Es esencial implementar decisiones audaces y políticas claras. México tiene la oportunidad de desarrollar una economía en la que la IA complemente, en lugar de reemplazar, a las personas en sus labores. Asimismo, es crucial que las decisiones tomadas al respecto respeten la voluntad humana y que las instituciones educativas y de salud no solo incorporen tecnología, sino que lo hagan de manera reflexiva y con un propósito claro. La inteligencia artificial debería tener un propósito más allá de la eficiencia económica: mejorar la calidad de vida de las personas.
Con el tiempo como un recurso limitado y cada vez más valioso, el futuro se está moldeando con nuevas decisiones y estrategias. La narrativa sobre el desarrollo humano exige ser actualizada, tomando en cuenta factores que antes pasaban desapercibidos, en medio de un panorama global complejo y en constante cambio. La información presentada es pertinente a la fecha de publicación original (2025-05-23 10:05:00).
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